45| Las Cuerdas del Violín.

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Llevaba aproximadamente diez minutos sentada a un lado de Klaus en el asiento de copiloto, Luther y Diego iban en la zona de atrás pero el rubio ocupaba tanto espacio que preferí soportarme a Número Cuatro.

Cinco apareció bajo el umbral de la entrada, cerró la puerta detrás de sí y se trepó a la silla de conductor, encendió el vehículo y lo puso en marcha rumbo a la dirección que le ordenó Diego.

El castaño vestía el típico uniforme de la academia, se había emperfumado y emanaba un exquisito aroma a fragancia masculina.

─En serio, no puedo creer que hubiesen sido capaces de dejar a Allison sola. ─soltó Luther.

Fruncí el ceño exhausta.

El ojiazul ya llevaba un buen rato quejándose de la situación. 

─Deja de subestimarla. ─me detuvo─. Ella no necesita de ningún hombre a su lado para que le salve la vida, Luther. ─suspiré─. Ya te lo dije, esto es la vida real, no un cuento de hadas. ─adjunté.

El sujeto tensionó la mandíbula.

─¿Puedes ir más rápido? ─se dirigió nuevamente a Cinco.

Puse los ojos en blanco.

─Si lo pides de nuevo te quemaré el rostro con el maldito encendedor. ─lo amenazó el castaño.

─Y yo te sacaré los putos ojos con mis propias manos y después te los meteré en el jodido trasero. ─seguí.

Luther me miró fijamente y sin decir más pude verlo cerrar la boca y acomodarse sobre el asiento en completo silencio.

El lugar al cual nos dirigíamos estaba realmente lejos, luego de un rato sólo se podía apreciar árboles y naturaleza por toda la zona

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El lugar al cual nos dirigíamos estaba realmente lejos, luego de un rato sólo se podía apreciar árboles y naturaleza por toda la zona.

Se podía ver a la distancia lo que era un gran edificio blanco de aproximadamente seis pisos, supe de inmediato que se trataba de un hospital.

Cinco disminuyó la velocidad lo cual ayudó a que lograra descubrir algo importante.

─¡Es el auto de papá! ─grité de inmediato tras ver el lujoso auto negro estacionado en el parking frontal de la zona.

Divisé las placas y decía Hermes, claramente se trataba del coche de la familia Hargreeves.

El castaño detuvo el vehículo y lo parqueó en el frente del lugar. 

─¡Allison debe estar en el hospital! ─resopló Luther para proceder a descender del carro a toda velocidad─. ¡Seguro le pasó algo! ─adjuntó con nerviosismo.

─¡Oye, espera! ─exclamó Diego.

El pelinegro intentó detener al rubio pero fue inútil.

Todos bajamos del auto y nos acercamos al coche de papá mientras lo observábamos con recelo. 

─Está vacío. ─musitó Luther estupefacto─. ¡Seguro le pasó algo! ─anexó.

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora