62| Salud.

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La luz del día había llegado con rapidez, el clima era agradable y la paz inundaba la casa. 

Me encontraba en el sótano utilizando la barra de ejercicios como de costumbre hasta que pude ver a una de las chicas del servicio cruzar el umbral del lugar.

─Señora Hargreeves, tiene una llamada. ─expresó sin más.

─¿De parte de quién? ─la cuestioné sin detener mi entrenamiento. 

Se quedó en silencio y luego de unos minutos se dignó a responder.

─De una mujer llamada Allison Hargreeves. ─soltó de golpe. 

Tensioné la mandíbula para finalmente dar un último impulso en la barra.

Me quedé sujetada con fuerza por unos instantes repitiendo el nombre una y otra vez en mi cabeza hasta que finalmente me solté y aterricé de pies en el piso

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Me quedé sujetada con fuerza por unos instantes repitiendo el nombre una y otra vez en mi cabeza hasta que finalmente me solté y aterricé de pies en el piso. 

─¿Dejó algún mensaje? ─pregunté.

─Sigue esperando en la línea. ─respondió.

Tomé un suspiro y me cuestioné a mi misma si realmente valía la pena ir a contestar o no.

─Dijo que era urgente, un asunto de vida o muerte. ─aclaró la morena.

Fruncí el ceño de inmediato.

Si tuvo los cojones de llamarme después de tanto tiempo entonces realmente sí debe ser muy importante.

─Carajo. ─musité.

Y sin decir más me giré sobre mis talones y procedí a correr rumbo a la planta de arriba.

Mis pies arrojaron chispas mientras subían los casi que infinitos peldaños que del sótano conducían al primer piso. 

Giorgi se cruzó por mi camino así que le di un breve empujón para apartarlo de la zona.

─¡Oye! ─exclamó luego de que lo hiciera derramar su café por accidente. 

Lo ignoré por completo y logré llegar hasta la sala para finalmente alcanzar el teléfono.

─¡¿Hola?! ─grité luego de poner el teléfono sobre mi oreja.

─¿Sydney? ─escuché su voz al otro lado de la línea. 

─¿Qué pasa, estás bien? ─la cuestioné.

─Sí, estoy bien, sólo se me ocurrió decir que era de vida o muerte porque supuse que entonces no responderías, lo siento. ─contestó.

Un nudo se formó en mi pecho y suspiré con tranquilidad. 

─¿Cómo conseguiste el número de mi casa? ─demandé saber.

─Eso no importa ahora, sólo te llamo porque de verdad necesito hablar contigo. ─se detuvo─. ¿Crees que puedas venir a mi casa? ─pidió.

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora