30| Henry Gray.

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El castaño se abalanzó sobre mi y envolvió mi cuerpo con un firme abrazo.

Podía sentirlo tener breves espasmos, claramente estaba llorando.

No podía emitir ni una sola palabra, aún me encontraba procesando todo lo que terminaba de ocurrir.

─¡Pensé que te había perdido! ─gritó el ojiverde luego de soltarme de su agarre─. ¡Estuviste muerta por tres horas! ─se detuvo─. ¡Moriste, Sydney! ─añadió.

Yo lo observaba en completo silencio. 

─¡Diego! ─exclamó el chico a todo pulmón─. ¡Diego! ─repitió.

Estaba totalmente desorientada, miré a mi alrededor y me tardé unos instantes en descubrir que me encontraba en la enfermería de la mansión.

¿Cómo había llegado hasta aquí?

De repente la puerta del lugar se abrió de golpe y pude ver a Número Dos atravesar el umbral.

Sus ojos estaban cristalizados al igual que los de Cinco. 

─Syd...─musitó el pelinegro.

El sujeto corrió hacia mi y me dio un fuerte abrazo.

─¡Pensamos que habías muerto! ─exclamó en medio del acto.

Diego se separó de mi y me tomó de los hombros.

─¡¿Qué diablos pasó?! ─gritó sacudiéndome de los hombros─. ¡Carajo, todos te vimos morir! ─se detuvo─. ¿Cómo es posible que esto esté pasando? ─siguió.

Aún no podía soltar ni una sola palabra.

El chico me revisó por todas partes intentando encontrar moretones o algo por el estilo.

─¿Estás bien? ─me cuestionó─. ¿Te duele algo? ─siguió.

Lo observé fijamente.

─¡Sydney! ─gritó─. ¿Estás escuchándome? ─insistió en busca de mi respuesta.

─Carajo, creo que tiene alguna falla cerebral. ─interpuso Cinco─. Llevémosla a un hospital para que le hagan una tomografía o algo por el estilo. ─sugirió.

El castaño deslizó una mano por debajo de mis muslos y me levantó de la camilla como si de un bebé se tratara.

─Voy por las llaves del auto. ─comentó Diego. 

Cinco atravesó el umbral conmigo en brazos y procedió a bajar las escaleras.

─¡Oigan, Sydney está viva! ─gritaba Número Dos a todo pulmón.

─¿Qué? ─escuché a Allison responder.

─¡Sydney está viva! ─continuó repitiendo sin parar.

En cuanto bajamos los peldaños pude ver a Allison, Luther y Vanya posados bajo el umbral de la sala mientras me observaban fijamente.

─¿Syd? ─musitó Alli─. ¿Cómo es posible? ─mencionó observando a Diego.

Yo los miraba en completo silencio.

La morena se acercó a mi y me acarició el rostro completamente estupefacta.  

─Syd, ¿Sabes quién soy? ─me cuestionó.

Tensioné la mandíbula y observé a Cinco.

Levanté las piernas y procedí a bajarme de sus brazos. 

Estaba muy débil pero logré mantenerme de pies.

─¿Por qué no habla? ─demandó saber Luther mientras observaba a Cinco.

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora