𝟴𝟰| 𝗣𝗔𝗭.

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Esto estaba pasando, era real, existían un montón de escenarios en los cuales Ryan pudo elegir venir al mundo pero al parecer decidió que sería justo ahora.

─¡Hay que llevarla a un hospital! ─gritaron Allison y Viktor al unísono, casi como si se hubieran puesto de acuerdo mentalmente para hacerlo.

─No, no, esperen... ─musité con un hilo de voz.

Mi pulso cardiaco se aceleró causando que sintiera cada latido en la boca, el sonido a mi alrededor se apagó lentamente y de la nada ya no podía escuchar ni sentir absolutamente nada, sólo sentí que mis piernas temblaron y mientras Diego trataba de despertar a Cinco sentí los párpados pesados.

«Abre los ojos, por favor no te duermas, quédate conmigo»

Podía leer los labios de una Allison desesperada tras deslizar su brazo por mi cintura para obligarme a mantener de pies.

─Klaus, Klaus, ─expresé perdiendo las fuerzas y dejándome caer en sus brazos─, está muerto, Klaus está muerto. 

Y tras sentir que se me enfriaba el cuerpo mis ojos se cerraron, perdí el conocimiento durante lo que se sintió como casi dos minutos, luego sentí un fuerte dolor en la parte baja del abdomen que me obligó a abrir los ojos como platos y liberar un grito desgarrador.

─¡La tengo, abrió los ojos, abrió los ojos! ─escuché junto a mi.

Volteé la mirada y me topé con Allison, estaba pálida, sostenía un algodón cerca de mi nariz y tenía las manos temblorosas.

─¡Sydney, no podemos llevarte al hospital, no sabemos si los Sparrow nos estén esperando de nuevo, tendrás que dar a luz aquí en el hotel!

Moví mi atención y descubrí a Diego, sostenía un ventilador en la mano el cual apuntaba directo a Cinco, mismo que seguía inconsciente sobre el sofá de la horrible habitación en la cual nos encontrábamos. 

─¡Lo siento, no logré encontrar todo lo que me pediste pero hice lo que pude, Allison! ─otro grito rompió las masas de aire y de la nada Viktor se encontraba cruzando abruptamente el umbral de la puerta con una bandeja entre las manos.

─¡Sydney, creo que el bebé viene en mala posición, no sé qué hacer! ─dijo Número Tres viéndome totalmente consternada. 

Era como tener mil cuchillos clavados en la pelvis, no había palabras para describir el sufrimiento, era sencillamente desgarrador, casi como si mis órganos estuvieran siendo triturados desde adentro. 

─¡Carajo, duele mucho! ─aullé recogiendo un poco las piernas y subiéndome el vestido, me encontraba sobre una cama dura, mi cuerpo estaba empapado en sudor y cada segundo el dolor aumentaba drásticamente.

─¡Diego, hay que llevarla al hospital o de lo contrario los perderemos a ambos! ─sugirió un Viktor asustado, casi a punto de llorar.

─¡Te dije que no, es peligroso Viktor!

El sufrimiento pasó a segundo plano en cuanto aún en medio del desespero logré aclarar mi mente, dejó de dolerme el vientre y sentí una punzada en el corazón. 

─Klaus... ─musité dejándome caer sin fuerzas.

Mis ojos se cristalizaron y empezaron a nadar en lágrimas.

─Klaus está muerto. 

Justo cuando las palabras salieron expulsadas de mi boca la habitación quedó en completo silencio, sólo se escuchaba la forma tan violenta en que las hélices del ventilador cortaban el viento para mantener fresco el rostro inconsciente de Cinco Hargreeves. 

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora