𝟴𝟮| 𝗗𝗢𝗦 𝗠𝗘𝗡𝗢𝗦.

283 84 32
                                    

─Sydney... te juro que si te cogiste a Diego voy a...

─¿Qué? ─se escuchó una voz masculina a mis espaldas. 

No fue necesario girarme para toparme con un Diego muy enojado que sostenía con firmeza la mano de su hijo. 

─¿Te acostaste con Cinco? ─gruñó el pelinegro ladeando un poco la cabeza con el ceño fruncido tras dar un paso en dirección a la mujer.

El castaño inspiró profundo, puso los ojos en blanco y me tomó del brazo.

─¿Sabes qué, Diego?, no tenemos tiempo para esto, al carajo. ─dijo girándose sobre sus talones y caminando en dirección al otro lado del pasillo mientras me llevaba casi a rastras junto a él.

─¿Y qué hay de mí, enano? ─resopló Lila poniendo los brazos en jarras y echando la cadera a un lado. 

─Te veré donde acordamos en diez minutos, sólo ve a ponerte ropa mientras yo hago lo mismo. ─contestó el ojiverde sin detener su andar.

Me mantuve con la boca cerrada y en un chasquido ya nos encontrábamos en la habitación, Cinco empezó a quitarse la ropa a toda velocidad y procedió a sacar un traje del armario.

─Escucha, no sé qué crees que fue lo que viste hace un rato pero...

─No me interesa, no quiero hablar del tema. ─lo interrumpí.

─Pero...

─Confío en ti, si dices que nada pasó entonces supongo que te creo. 

─¿Supones? ─frunció el ceño y dio media vuelta hacia mí. 

─Es un decir, tranquilo, sí te creo. ─reí intentando aligerar el ambiente. 

Él me quedó analizando fijamente por unos minutos y luego empezó a caminar lentamente en mi dirección algo confundido. 

─¿Hay algo que quieras decirme, Sydney? 

Pensé en contarle lo que había pasado con Allison pero dado que ya estábamos lo suficientemente tensos decidí que lo mejor sería cerrar la boca. 

─No. 

─¿Qué te pasa?, sé que te pasa algo, la Sydney que conozco no es tan tranquila, estás planeando algo así que vamos, dime qué es. 

─¿Qué? ─me burlé con incredulidad─. Estás paranoico, no me pasa absolutamente nada. 

Él inspiró profundo y la mirada plasmada en su rostro me hizo comprender que evidentemente no había logrado convencerlo.

─Tengo que resolver un asunto así que por mi paz mental y tu bienestar físico y el de mi hijo vendrás conmigo. ─dijo tras terminar de ponerse la chaqueta del traje e inclinarse para tomar los pantalones.

─Oye, lo digo en serio, estoy bien, sólo ve tranquilo, no haré nada malo.

Aunque para ser honesta conmigo misma, la idea de volver a la academia se había vuelto atractiva dentro de mi cabeza, si lograba hablar con papá quizás él tuviera una explicación a todo lo que estaba pasando. 

─No, no confío en tus palabras, sé que apenas salga por la puerta harás cualquier cosa por meterte en problemas, te conozco mejor que a mí mismo, no puedes estar tranquila, es como si te excitara estar en peligro. ─resopló tras subirse los pantalones totalmente enfadado.

─Oh, vamos... ─musité acercándome lentamente hacia él─. Te juro que me quedaré aquí acostada, o quizás decida tomar una ducha y... ─me detuve acercando mis manos a su pantalón con suavidad para abrocharle el botón mientras lo veía fijamente con una sonrisa malévola─. Me quede un par de horas en la bañera pensando en lo mucho que te extraño. 

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora