𝟴𝟲| 𝗟𝗔 𝗘𝗦𝗙𝗘𝗥𝗔 𝗥𝗔𝗗𝗜𝗔𝗡𝗧𝗘.

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Luego de generar un desorden total en el hospital y dejar un camino de caos a nuestras espaldas finalmente logramos escapar, llegué envuelta al hotel en un par de sábanas sucias pero por suerte todos nos encontrábamos bien.

Al cruzar las puertas de la entrada con el amor de mi vida cargando a nuestro hijo en brazos sólo pude pensar en lo feliz que se pondría Klaus, cuando conozca al bebé apuesto que...

─Klaus... ─emití con un hilo de voz regresando mi mente a la realidad, fue ahí cuando caí en cuenta de que había pasado un detalle por alto─, Klaus está muerto.

Sentí que la habitación quedó en completo silencio y de la nada la mirada confundida de Cinco y Diego estaban clavadas fijamente sobre mí.

─¿De qué estás hablando? ─demandó saber el pelinegro junto a mi tras limpiarse la gota de sangre de algún desconocido que le escurría por la frente.

Me quedé en blanco y me dejé caer sobre uno de los muebles, me quedé observando a la nada y una presión apareció en mi pecho, como si me estuvieran apretando el corazón.

─¡Sydney! ─oí una voz a la distancia, era Luther el cual corrió en nuestra dirección a toda velocidad─, eso fue rápido, pensé que tardarían mucho más, déjenme ver al bebé.

El rubio estuvo a punto de colocar sus manos sobre Ryan pero Cinco le soltó un manotón de inmediato.

─Escucha dedos de salchicha, tienes terminantemente prohibido poner tus manos de gigante sobre mi hijo. ─gruñó y apretó el bulto entre sus brazos con recelo, como intentando protegerlo. 

─Oye, es mi sobrino, tengo derecho a...

─Syd, espera, ¿Estás bien? ─saltó Diego interrumpiendo la estúpida pelea que estaba a punto de empezar, se tomó un momento para sentarse a mi lado y colocó su mano sobre mi hombro. 

─Tu hijo... asesinó a Klaus con una flecha de arpón. ─respondí sin poder mirarlo, las palabras salieron expulsadas de mi boca tan sutilmente que parecían susurros.

El trío se quedó en total silencio y fruncieron el ceño, era una combinación entre confusión e incredulidad. 

─¡Oye, ven aquí! ─gritó Diego de la nada, levanté la vista y noté que su hijo había aparecido mágicamente por la zona mientras cargaba algunos frascos de lo que parecía ser limpia pisos. 

El crío se puso pálido de repente e intentó huir pero en cuanto Diego se levantó para reprenderlo sus diminutos pies parecían haber quedado pegados al suelo. 

─¡¿Qué fue lo que pasó?! 

─¡Lo siento, fue un accidente, no quise hacerlo, se disparó sola! ─y en un chasquido el niño rompió en llanto.

─¡¿Qué cosa fue un accidente?!

─¡Le disparé al tío Klaus! 

Diego se quedó helado y Cinco abrió los ojos como platos totalmente horrorizado, por otro lado la mandíbula de Luther parecía estar a punto de chocar contra la alfombra. 

─¿Le disparaste a... Klaus? ─repitió Número Dos sin darle crédito a sus oídos. 

El niño asintió y mientras el trío luchaba por comprender la información que les terminaba de lanzar el chico bajé la mirada hasta los frascos en sus manos, fue ahí cuando descubrí que no era limpia pisos lo que sostenía.

─¿Ácido? ─mencioné poniéndome lentamente de pies─, ¡¿Estabas tratando de disolver el cuerpo de mi hermano con un maldito frasco de ácido?! 

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora