34| Magic.

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Klaus conducía por la autopista a toda velocidad, Diego iba concentrado en encontrar el vehículo de la tal Cha-Cha y Hazel mientras que yo sólo me disponía a esperar.

─No puedo creer que robara un maldito camión de helados. ─resoplé con una sonrisa.

Me giré sobre mis talones y me dirigí a la zona donde estaban los mantecados.

Había una gran nevera así que la abrí y de inmediato una nube de viendo congelado me envolvió el cuerpo.

─Chocolate, coco, chicle...─musité mientras leía los nombres de los helados en voz alta─. Oh, mierda. ─expresé─. Cuando era niña siempre quise probar esto pero papá decía que el dulce nos pudriría los dientes. ─me detuve ante la joyita que veían mis ojos─. Pensé que lo habían descontinuado. ─seguí mientras hablaba conmigo misma.

Tomé el helado y sin decir más procedí a sacarlo de la bolsa.

─Gummy Gummy Vanila. ─susurré el nombre del producto.

Era un sándwich de galleta, era de vainilla y debía tener un centro relleno con dulce de leche.

Le di un mordisco y de inmediato una sensación de completa satisfacción envolvió mi cuerpo. 

─Mierda. ─musité abriendo los ojos como platos─. Está exquisito. ─continué.

Procedí a engullir todo el helado con rapidez y luego seguí con el resto de los que quedaban en la nevera.

─¡Allí están! ─exclamó Diego desde la zona de adelante─. ¡Gira y síguelos, se dirigen a la interestatal, no los pierdas! ─ordenó.

Me acerqué a ellos luego de arrasar con mi cuarta galleta de helado y noté a Ben posado sobre el tablero del vehículo.

─¡Wiii! ─gritaba el asiático con emoción, claramente se estaba divirtiendo. 

─¡¿No puedes ir más rápido?! ─exclamó Diego

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─¡¿No puedes ir más rápido?! ─exclamó Diego.

─¡Este es todo el potencial que tiene esta maldita carcacha! ─respondió Klaus.

Las ruedas del camión parecían arrojar chispas pero sin embargo al parecer no era lo suficiente para el pelinegro.

─Se fundirá el motor. ─expresé limpiándome los labios.

─¡Vamos Klaus, se están escapando! ─seguía Número Dos.

─¿Escapando de qué? ─me detuve─. Ni siquiera saben que los estamos siguiendo. ─continué entre risas. 

De repente los edificios desaparecieron y sólo se veía el césped verde que conformaban los enormes campos de las granjas a las afueras de Quebec.

El carro de los maleantes iba a una distancia bastante considerable y a la lejanía podía ver otro coche parqueado a un lado de la carretera.

Había una hombre y un niño posado a un lado del vehículo, sin embargo aún estábamos demasiado lejos como para lograr distinguir sus caras. Al parecer se quedaron varados en la carretera.

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora