10| Cherry Pie.

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Había tenido una maravillosa noche con Klaus. 

Comimos hasta no poder más, improvisamos una pasarela de modas con algunos de mis viejos atuendos que estaban en el armario, intercambiamos chismes, nos barnizamos las uñas mutuamente, usamos algunas mascarillas y cremas para suavizar la piel, Klaus me dio masaje en los pies y me depiló las piernas con cera, hicimos karaoke, bailamos hasta el cansancio y para cerrar la velada con broche de oro terminamos viendo la segunda parte de Harry Potter y las reliquias de la Muerte mientras bebíamos tequila y una botella de vodka que tenía escondida en la gaveta de mis bragas. Nos quedamos dormidos aproximadamente a las cuatro y media de la madrugada, ebrios  como una cuba.

Algunos rayos de luz del sol se colaron a través de las persianas y aterrizaron en mi rostro.

Abrí los ojos suavemente y de inmediato un fuerte dolor de cabeza me sacudió el cráneo de un lado a otro.

Tensioné la mandíbula y me puse la mano sobre la cara intentando desviar el resplandor que me quemaba la vista.

Me froté los ojos y me incorporé suavemente intentando despertar por completo.

Logré visualizar a Klaus tirado en la alfombra boca a bajo completamente desnudo. 

─Carajo. ─musité tomando mi cabeza entre mis manos intentando apaciguar el dolor de la resaca.

Giré mi atención suavemente y noté que el despertador marcaba que eran las nueve y media. 

─Mierda, Cinco. ─resoplé.

Había olvidado por completo nuestro compromiso, me dijo que debía estar a las ocho en punto y estaba retrasada por más de una hora, seguro el castaño está arrojando chispas de la rabia. 

─¡Klaus, despierta! ─grité.

Me levanté rápidamente de la cama y comencé a correr por el lugar mientras me quitaba la ropa para entrar a la ducha.

─¡Klaus, vamos, arriba! ─le ordené.

El pelinegro ni se inmutaba, estaba profundamente dormido. 

─Lo siento pero necesito el tiempo. ─me disculpé por lo que estaba a punto de hacer.

Apunté mi mano en dirección a su trasero y liberé una moderada descarga eléctrica sobre su retaguardia.

De inmediato pude ver a Klaus dar un brinco y abrir los ojos como platos.

─¿Pero qué rayos? ─resopló confundido. 

─Toma una ducha, debemos irnos. ─ordené.

─¿A dónde? ─demandó saber.

─Tengo un compromiso. ─respondí sin darle tantas explicaciones─. Usa mi baño, no desperdicies el agua y por favor date prisa. ─adjunté.

─¿Qué debo ponerme? ─preguntó.

Ladee los ojos.

Me acerqué con rapidez al armario y comencé a observar mi ropa. 

─¿Tienes jeans en tu bolso? ─lo cuestioné.

El chico asintió mientras se incorporaba lentamente. 

─Deberías depilarte allí abajo. ─fruncí el ceño al observar su entrepierna protegida por una gruesa capa de vello púbico. 

─¿Para qué? Ni siquiera cojo. ─contestó en su defensa. 

Coloqué los ojos en blanco.

─Ponte esto. ─dije sacando una camiseta negra y un saco oscuro de entre mis pertenencias.

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora