33| Candy - Candy.

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Luego de un acalorado y fugaz momento con Cinco bajé hasta el primer piso, Diego y Klaus estaban discutiendo bajo el umbral de la sala.

─¡Y te lo advierto Klaus, si lo arruinas voy a patearte la cabeza! ─lo amenazaba el pelinegro.

A un lado se encontraba Ben analizando la escena con detenimiento.

─¡No soy un niño, Diego! ─contrapuso el otro mientras sacaba de la nada una botella de vodka.

En cuanto notaron mi presencia se detuvieron y me observaron de pies a cabeza.

─¿Todo listo para irnos? ─cuestioné a Diego.

El chico asintió con la cabeza.

Caminé hasta la puerta y sin decir más procedí a abrirla para atravesar el umbral. 

El viento helado me envolvió de inmediato y mis mejillas se ruborizaron por el frío.

Levanté la vista y tensioné la mandíbula al ver que el transformador de luz que se encontraba al otro lado de la calle arrojaba chispas como loco.

Levanté la vista y tensioné la mandíbula al ver que el transformador de luz que se encontraba al otro lado de la calle arrojaba chispas como loco

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El auto de Número Dos estaba parqueado en la entrada así que procedí a teletransportarme en el asiento del copiloto.

Pude ver a Klaus y Ben aparecer junto a Diego los cuales se acercaron en mi dirección y se treparon al auto. 

Diego sacó las llaves de su abrigo, las insertó en la ranura correspondiente, encendió el motor y en cuestión de segundos el vehículo ya estaba en marcha.

Observé a los alrededores y me estremecí al descubrir que efectivamente se había ido la luz en toda la ciudad.

Mientras Klaus hablaba incoherencias, mismas que Diego se tomaba el trabajo de discutir finalmente llegamos a Caribean Optical, quedamos estacionados diagonal al lugar y teníamos una vista perfecta de la entrada principal del edificio.

─¿Y bien? ─expresó Número Cuatro desde el asiento de atrás─. ¿Ahora qué haremos? ─demandó saber luego de darle un sorbo a la botella.

Diego puso los ojos en blanco.

─Esperar. ─contestó el pelinegro con frustración.

Había un aviso que decía 'Prohibido parquear aquí', justo donde estábamos nosotros.

─Creo que deberías estacionar en otra parte. ─me dirigí a Diego.

─Al carajo, el mundo se va a la mierda en un par de días, si me multan pagaré los tickets en el infierno. ─resopló.

Presioné la mandíbula y lo fulminé con la mirada.

Hubo un incómodo silencio por unos instantes hasta que decidí dirigirme a Klaus.

─Cinco me contó lo que pasó. ─me detuve─. ¿Cómo te sientes? ─lo cuestioné.

El chico bajó la mirada.

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora