71| National Anthem.

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Me quedé congelada por unos instantes mientras analizaba al hombre frente a mi.

─¿Cinco? ─repetí.

─¡Sí! ─exclamó─. ¡Sydney, querida! ─se detuvo─. ¿Cómo es posible? ─adjuntó.

El anciano me observó atónito por un rato y luego finalmente pareció reaccionar.

Pude verlo inclinarse y tomar el maletín negro que custodiaba entre sus piernas.

─¿Cómo... cómo es posible que estés aquí? ─agregó mientras se ponía de pies lentamente.

─Yo...─tomé una pausa─. Dios, no puedo creer que de verdad seas tu. ─respondí incrédula.

─Espero que no sea un mal momento. ─una voz a mis espaldas rompió las masas de aire.

Me incorporé y en cuanto logré girarme me topé frente a frente con Luther, moví la vista a su lado y descubrí a Allison con un rostro cuya reacción combinaba miedo y confusión.

Fruncí el ceño de inmediato.

─¿Qué hacen aquí? ─los cuestioné.

─Vine...─suspiró Luther─. Vine con un amigo. ─añadió y señaló a un lado.

Moví la vista en la dirección que apuntaba su dedo y noté al joven Cinco posado frente a la puerta mientras veía a su viejo yo con desconfianza. 

─Carajo. ─musité─. ¿Qué puta locura es esta? ─resoplé.

─Oye, escucha, sé que estás muy confundido y quizás algo asustado pero tenemos que hablar. ─insertó Luther mientras veía al anciano de ojos verdes─. Por favor, no hagas ninguna locura, sólo... sólo queremos conversar contigo. ─añadió intentando convencerlo.

─Pero...─se detuvo el viejo─. ¿Cómo es posible que todos ustedes estén aquí? Se supone que deberían estar en 2019. ─adjuntó.

─Sí, tienes toda la razón, pero si nos das un segundo de tu tiempo quizás podamos explicarte todo. ─insistió Luther.

─Creo... creo que quizás debería irme. ─respondió el anciano apretando el maletín con recelo.

─¡Ni se te ocurra! ─intervino el Cinco joven─. Eres mi única salvación así que no te irás de aquí sin antes escuchar lo que tengo por decir. ─agregó en forma de amenaza acercándose rápidamente en nuestra dirección.

El viejo frunció el ceño de inmediato.

─¿Ah sí? ─bufó─. ¿Quién va a detenerme? ¿Tú? ─lo cuestionó entre burlas.

El adolescente hizo una mueca.

─Quizás cuando escuches lo que voy a decir decidas ayudarnos por voluntad propia. ─contestó el chico con seguridad. 

─¿Qué puede ser tan importante? ─respondió el viejito.

─Tu y yo sabemos perfectamente lo que estás a punto de hacer, no te hagas el estúpido. ─resopló el castaño─. Ambos sabemos cuál es la única razón por la que estás aquí. ─añadió.

─Sí, así es, tengo una misión, y si me disculpan debo retirarme ahora mismo o llegaré tarde al... ─intentó responder pero el chico lo interrumpió.

─¡Sydney está embarazada! ─exclamó de la nada.

Di un breve brinco del susto pero logré retomar la compostura.

Mi rostro se puso colorado en cuestión de segundos y un nudo se formó en mi garganta.

Luther y el anciano se quedaron totalmente perplejos.

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora