50| Star Bowling.

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Subimos a un taxi y sin decir más nos dirigimos rumbo al lugar que nos había indicado Cinco.

El cielo estaba oscuro, caían rayos y centellas que iluminaban por breves segundos el firmamento, era como si estuviera a punto de caer un diluvio. 

Finalmente llegamos al Star Bowling, el chofer detuvo el auto, Diego le pagó con un billete de veinte dólares y finalmente descendimos del vehículo

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Finalmente llegamos al Star Bowling, el chofer detuvo el auto, Diego le pagó con un billete de veinte dólares y finalmente descendimos del vehículo.

Parecía un carro de payasos, de esos en los que bajan cincuenta enanos de un pequeño cochecito. 

Nos dirigimos a la puerta del local y finalmente atravesamos el umbral.

No habían muchas personas en el lugar, sólo un pequeño grupo a la distancia que al parecer celebraba una fecha especial.

─¡Hola! ─se presentó uno de los empleados frente a nosotros─. Bienvenidos a Star Bowling, ¿Puedo...─luego de unos segundos el sujeto me observó de pies a cabeza y abrió los ojos horrorizado.

Tragué saliva con fuerza.

─¿Necesita que llame una ambulancia? ─se detuvo y luego analizó al resto de mis hermanos─. ¿O a la policía? ─aclaró. 

─¿Tienes un botiquín de primeros auxilios? ─lo cuestioné.

─Sí. ─respondió─. Iré por el de inmediato, por favor pasen a la barra para inscribirse si desean jugar. ─añadió.

Asentimos con seriedad.

Luego de unos segundos pudimos verlo desaparecer de nuestras vistas. 

Pude ver al grupo dirigirse al lugar que les ordenó el sujeto, sin embargo yo caminé en dirección a la zona de las sillas y me posé en una para intentar descansar.

Giré la vista y noté que las personas que estaban presentes cuando llegamos realmente se encontraban celebrando un cumpleaños.

─Aquí tiene. ─mencionó el empleado de hace un rato tras aparecer nuevamente en mi rango visual con un bolso de primeros auxilios entre sus manos.

─Gracias. ─le agradecí con una sonrisa para después tomarlo.

El chico me observó con terror y finalmente se esfumó nuevamente de la zona.

Abrí el maletín y lo revisé con rapidez, por suerte tenía todo lo necesario.

Me bañé la herida con alcohol generando un charco de sangre en el piso. 

Apreté los dientes intentando soportar el dolor, luego tomé el kit de sutura y tomé la aguja más gruesa junto a un hilo negro que facilitaría la cicatrización. 

Pude ver que luego de unos minutos el resto de mis hermanos apareció frente a mi para analizar la escena.

Tomé los dos trozos de piel, clavé la aguja y comencé a coser.

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora