37| Psycho.

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Antes de abandonar la casa por completo me dirigí a la cocina y dejé las llaves del gas abiertas, amaba cerrar las escenas con broche de oro. 

Salí de la vivienda y me dirigí al parking, presioné el botón de las llaves y un hermoso deportivo negro hizo parpadear sus luces.

Me trepé al auto, encendí el motor y sin decir más puse el vehículo en marcha.

La reja aún estaba cerrada así que la derribé tras embestirla sin problemas con el frente del carro.

Una vez en la carretera salí a la autopista, llevaba el corazón a mil, la adrenalina me inundaba el torrente sanguíneo y sabía que debía encontrar una forma de sacar todo lo que llevaba atorado en el pecho.

Conducía a toda velocidad y tomaba las curvas como toda una maldita profesional.

Conducía a toda velocidad y tomaba las curvas como toda una maldita profesional

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Me dirigí a Zona Rosa, la mejor discoteca en Quebec.

El lugar estaba repleto de gente así que estacioné en un callejón.

No podía ingresar al bar luciendo como Gypsy o una Hargreeves así que se me ocurrió una brillante idea, tenía mucho tiempo sin recurrir a esto pero la ocasión lo ameritaba.

Con ayuda de mi poder para alterar la realidad procedí a cambiar mi apariencia física, quería lucir exótica pero al mismo tiempo atractiva.

Me rediseñé con una melena rubia, tatuajes faciales, nariz respingada, ojos azules, un lindo traje brillante de dos piezas y algunos detalles extra. Lo único que no podía ocultar era el tatuaje en mi muñeca puesto que este siempre se mantendría grabado en mi piel aunque cambiara a mil formas diferentes.

Tomé las llaves del carro y las metí al interior del bolsillo de mis pantalones, bajé del coche y caminé en dirección a la puerta trasera del bar para finalmente teletransportarme al interior del mismo.

Aparecí en un estrecho pasillo, habían algunas parejas besándose y follando por encima de la ropa pero estaban lo suficientemente ocupados cachondeando como para notar que una mujer apreció de la nada frente a sus propios ojos.

Me acomodé el cabello y sin decir más procedí a dirigirme a la barra del lugar, estaba dispuesta a emborracharme hasta no recordar ni mi nombre.

La música estaba a todo volumen, no lograba reconocer el nombre de la canción pero tenía un buen ritmo. 

La zona estaba medianamente llena, sin embargo era perfecto para mi gusto.

Me senté en una de las sillas vacías frente a la barra y me dirigí al bartender.

─Whisky sin hielo. ─ordené.

El hombre se dispuso a preparar mi pedido de inmediato.

Pude verlo extender el vaso en mi dirección con una sonrisa.

─Gracias. ─musité.

Tomé el vaso y sin decir más lo tragué de golpe. 

El dulce toque ahumado del whiskey inundó mi boca causando un fugaz cosquilleo en mi estómago.

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora