𝟳𝟴| 𝗟𝗢 𝗤𝗨𝗘 𝗙𝗨𝗘.

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No tenía ni la menor idea sobre qué carajos había sucedido, sin embargo una cosa sí era segura: no se lo diría a nadie.

Una vez que abandoné la academia me dirigí de regreso al hotel, tenía el maletín y eso era todo lo que importaba.

─Bien, bien, bien. ─repetí una y otra vez mientras intentaba ingresar al hotel luciendo lo más calmada y menos extraña posible.

Crucé la entrada en completo silencio, ya había oscurecido, era bastante tarde y había perdido la noción del tiempo así que lo más seguro es que...

─¡Sydney! ─escuché un grito taladrar mis oídos en cuanto puse el segundo pie dentro del lugar.

Giré la vista lentamente y mis ojos se toparon con...

─Cinco, ¿Qué haces despierto? ─lo cuestioné intentando tranquilizarlo ya que era evidente que estaba muy molesto.

─¡¿Despierto?! ─repitió─. ¡¿Cómo se supone que pueda dormir si mi mujer embarazada desaparece de la nada y sin decir a dónde?!

Me quedé en completo silencio y luego pude verlo bajar la vista lentamente hasta el maletín que sostenía entre mis manos.

─Sydney... ─se detuvo y de repente pasó de lucir enojado a horrorizado─. El maletín, ¿Cómo lo conseguiste? ─dijo arrebatándomelo con cuidado.

─Sí, bueno, ya sabes, hice lo que tenía que hacer. ─contesté con seriedad.

Él levantó la mirada y me enfocó nuevamente.

─¿Hiciste lo que tenías que hacer? ─repitió sin darle crédito a sus oídos─. ¿A cuántas personas mataste? ─me cuestionó levantando la ceja izquierda.

Una suave brisa fresca me acarició el rostro y fue allí cuando concluí de que quizás Cinco sí me conocía muy bien.

─¡Sydney! ─gritó tomándome de la muñeca con firmeza al ver no respondía─. ¿Mataste a uno de los Sparrow?

Bajé la mirada y en cuestión de segundos una sonrisa malévola iluminó mi rostro.

─Ya te lo dije, hice lo que tenía que hacer.

Un suspiro exhausto salió disparado de su boca y luego miró a todos lados para asegurarse de que nadie más hubiera escuchado lo que terminaba de decir.

─Ven conmigo. ─dijo sosteniendo el maletín con fuerza para finalmente teletransportarme junto a él.

Aparecimos en un pasillo vacío, era evidente que seguíamos dentro del hotel.

─No sé qué hacer contigo. ─expresó acercándose a una de las puertas en el corredor para luego abrir la perilla y cruzar el umbral.

No emití ni un sonido, simplemente caminé detrás de él en completo silencio y cerré la puerta detrás de mi.

─Escucha, sé que estás asustada, pero necesito... ─se detuvo tras colocar el maletín sobre la cama de dos plazas que había a un lado de la habitación─. Sydney, necesito que por favor dejes de actuar sola, es peligroso, estás embarazada, llevas a nuestro hijo dentro de ti, ¿Qué parte de eso no has entendido todavía?

Puse los ojos en blanco y supe de inmediato que se acercaba un sermón de dos horas, fue así que me dejé caer sobre el sofá sin ánimos de escucharlo.

─Entraste a la academia tú sola, pudiste morir e incluso sufrir cosas horribles que no me quiero ni imaginar, Dios, fuiste tan irresponsable.

Me acomodé sobre el mueble y subí los pies sobre la mesa frente a mi luego de soltar un gran bostezo.

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora