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Me quedé en silencio analizando lo que me pedía hacer y era simplemente imposible de creer.

─¿Que mate a Kennedy? ─repetí atónita.

─Sí. ─confirmó.

Sentí una presión en el pecho que por unos segundos me imposibilitó respirar con normalidad.

─Escucha, sé que justo ahora es complicado de entender, pero créeme, si Kennedy no muere será mucho peor. ─se detuvo─. La línea temporal ya está lo suficientemente jodida como para dejar pasar esto. ─continuó.

Bajé la mirada por unos segundos intentando procesar toda la información mientras Cinco hablaba sin parar intentando explicarme las miles de razones por las cuales debía acceder a lo que me pedía.

Teníamos una última oportunidad para volver a casa y aunque amaba la vida que había construido en Texas siempre fui consiente de que no pertenecía a este lugar.

 Éramos un equipo, y si matar a Kennedy me pondrá a salvo a mi y a mi hijo entonces lo haría sin dudar.

─Lo haré. ─accedí sin más.

Él se quedó congelado.

─¿En serio? ─me cuestionó─. ¿Estás segura? ─insistió.

─Lo haré. ─repetí de nuevo. 

Una sonrisa iluminó su rostro y de inmediato pude verlo abalanzarse sobre mi, tomarme de las mejillas y clavarme un firme beso en la boca.

Se escuchó un portazo y luego de unos minutos un grito me hizo estremecer. 

─¡Oigan! ─se escuchó con fuerza.

Cinco se separó de mis labios y miró por encima de mi hombro.

Giré la cabeza para observar en la misma dirección y pudimos ver a tres hombres con uniformes de guardias de seguridad posados a un lado del umbral de lo que parecía ser un pasillo. 

─Mierda. ─musitamos el castaño y yo al unísono. 

─¡¿Qué creen que están haciendo?! ─demandó saber el más robusto del trío.

En cuestión de segundos los vimos desenfundar sus armas y apuntar en nuestra dirección.

─¡Carajo, corre Sydney! ─exclamó Cinco.

El chico me tomó del brazo y nos pusimos de pie con agilidad para acercarnos a tomar nuestra ropa que descansaba a un lado del lugar.

─¡Hey, no se muevan! ─ordenó uno de los guardias.

Los hombres procedieron a correr hacia nosotros a toda velocidad.

El castaño y yo estábamos totalmente desnudos así que fue imposible no sentirnos abochornados ante la situación.

Logré tomar mi vestido, él agarró su uniforme y finalmente salimos corriendo en busca de escapar del lugar.

En cuanto teníamos las prendas el chico se teletransportó al pasillo dejándonos nuevamente frente al ascensor, sin embargo no podíamos tomarlo ya que alguien muy inteligente había dejado sin fluido eléctrico al edificio completo. 

Nos acercamos al final del corredor, mismo donde conseguimos encontrar la escalera de emergencias.

Bajamos los peldaños a toda velocidad, pude ponerme el vestido con agilidad y Cinco se iba vistiendo mientras intentaba no detener sus agitados pasos en busca de abandonar el lugar.

No había rastro de alguno de mis hermanos, ya era de madrugada y una vez que logramos salir a la calle noté que el cielo estaba tan oscuro que probablemente el sol saldría en cualquier momento. 

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora