73| En Otra Vida.

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El lugar estaba en completo silencio, sólo se escuchaba la lluvia chocando contra todo lo que se cruzara a su paso.

EL cuerpo de Tim descansaba entre mis brazos y se veía muy calmado, como si estuviera dormido.

─¡De verdad lo siento tanto! ─insistía el hombre alcoholizado que terminaba de arrollarlo minutos antes.

Sus suplicas pasaron a segundo plano y yo sólo podía rogarle al cielo que me permitiera procesar lo que ocurría.

Estaba congelada y me sentía diferente, como si no fuera yo misma.

Con mucho esfuerzo moví mi mano hasta el cuello del castaño y acomodé dos dedos sobre su yugular intentando sentirle el pulso.

Me tomé unos minutos y un ligero suspiro salió disparado de mi boca al notar que no había nada, ni siquiera un pálpito delicado. 

No tenía pulso.

Estaba muerto.

Las lágrimas empezaron a inundar mis ojos impidiéndome ver con normalidad y aunque sentía que se me destruía el alma aún así no podía sollozar, mi rostro estaba relajado pero el llanto salía como loco.

Me incorporé lentamente hasta que logré quedar de pies, empecé a sentir una firme presión en la pelvis y de repente comenzaba a tener una rara sensación de vacío en el corazón.

Incliné la cabeza hacia atrás y observé el cielo completamente oscuro por los enormes nubarrones que opacaban el lugar.

Cerré los ojos por unos minutos intentando concentrarme y un cosquilleo se hizo presente en mis manos.

Estaba utilizando mis poderes para manipular el clima.

Transcurrieron sólo unos segundos y un viento helado me golpeó el rostro erizándome la piel, sentí la sangre acumulándose en el lóbulo de mis orejas y de la nada las gotas de lluvia dejaron de chocar contra mi cuerpo.

Suspiré profundamente y abrí los ojos lentamente, todo estaba en calma y como por arte de magia había dejado de llover. 

Bajé la vista nuevamente hacia Timothée y lo miré fijamente, saber que no tenía vida me provocaba un firme nudo en la tráquea junto a unas terribles ganas de quebrarme a llorar.

Podía revertirlo, podía regresarlo a la vida, podía hacer que todo este dolor terminara de una buena vez.

En medio del silencio una voz suave llegó a mis oídos.

─¿Crees que realmente vale la pena? ─me cuestionaron.

Levanté la mirada y observé a mi lado, una mujer de ojos grises y cabello rubio me observaba con cautela mientras su piel irradiaba una suave luz blanca. Era exactamente igual a mi pero se veía tranquila, como si nada pudiera lastimarla.

No me asusté en absoluto, pues sólo era una vívida alucinación creada por mi propia mente. 

─Sí. ─contesté.

─¿Sabes lo que pasará si consigues alcanzar tu objetivo, verdad? ─indagó.

Tragué saliva con fuerza y asentí con la cabeza.

─¿Crees que podrás seguir adelante cuando empieces a perder el control? ─siguió.

Bajé la mirada pensativa y por unos breves minutos sólo pude pensar en mi padre.

─Sé mi guía. ─contesté.

El espejismo me miró fijamente y finalmente asintió con seguridad.

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora