𝟵𝟴| 𝗦𝗘 𝗔𝗖𝗔𝗕𝗢́.

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Abrí los ojos lentamente y parpadeé varias veces para tratar de enfocar la vista, no recordaba haber vuelto a vestirme pero de alguna manera estaba descalza y con mi ropa del día anterior puesta. Me senté en el suelo y me llevé las manos temblorosas a la cabeza cuando una punzada de dolor me atravesó de un lado a otro, no tenía ni la menor idea de lo que había pasado anoche pero estaba tirada en un pasillo del hotel con la cabeza a punto de explotar.

Traté de levantarme y con mucho esfuerzo finalmente lo conseguí, miré a mi alrededor con la esperanza de ver a alguien pero lo único que conseguí fue retorcerme en cuanto intenté caminar y me dolió la entrepierna. 

Sí que había sido una noche muy loca.

─¡¿Hola?! ─grité dando pequeños pasos y manqueando un poco.

Y un silencio aterrador se hizo presente por todo el lugar.

─¡¿Cinco?! 

No hubo respuesta.

─¡Viktor, Luther, Sloane! ─me detuve bajando las escaleras lentamente─. ¡Klaus, Ben, Allison!

Nadie contestó.

Un frío me acarició la nuca y en cuestión de segundos se me aceleró el pulso.

─¡Sé que están bromeando, y quiero que sepan que esto no me parece gracioso en absoluto! 

Empecé a recorrer habitación por habitación y en cuanto noté que no había nadie el pánico me invadió por completo, no había señal de ellos en ningún lugar.

─¿Ryan? ─solté con un hilo de voz.

Me sentí perdida y sola, como si todos se hubieran desvanecido durante el trascurso de la noche.

─¡¿Ryan?! ─grité una vez más, pero por milésima vez nadie respondió.

Inmediatamente pensé lo peor y la respuesta más lógica ocupó cada rincón de mis pensamientos:  se los tragó el Kugelblitz. 

─No, no, no puede ser real, es imposible, no creo que estén muertos. 

Una horrible sensación de vacío apareció en mi estómago y me subió hasta la garganta impidiéndome respirar con normalidad, mis ojos se cristalizaron y las lágrimas empezaron a salir por sí solas.

─¡No! ─grité con tanta fuerza que me vibraron las cuerdas vocales y el dolor se volvió físico.

Se sintió como si me estuvieran estrujando el alma y empecé a gritar incapaz de contener el dolor, me tiré al suelo y empecé a retorcerme por todos lados luchando inútilmente de encontrar una posición que pudiera ayudarme a soportar el sufrimiento que llevaba por dentro, tanto que el dolor amenazaba con ahogarme y sólo pude desear estar muerta, pero estaba tan débil que no tendría la fuerza suficiente como para levantar una cuchilla. 

¿Por qué no pude irme con ellos? ¿Acaso este era mi castigo? Vivir sufriendo por la pérdida de mi familia el resto de la eternidad. 

─¡Nooo! 

Un grito desgarrador a la distancia causó que el corazón se me detuviera por un segundo, las lágrimas dejaron de caer y se me dilataron las pupilas. Me incorporé y miré a mi alrededor, no tenía la menor duda de que el grito había sido real así que no pensé en correr intentando encontrar de dónde provino.

─¡Luther, no, no, no!

Venía de una de las habitaciones así que al acercarme lo suficiente empujé la puerta y quedé en medio de lo que parecía ser una galería, pues había un gran cristal que me dejó apreciar lo que estaba del otro lado de la habitación.

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora