𝟭𝟬𝟬| 𝗢𝗕𝗟𝗜𝗩𝗜𝗢𝗡.

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─¡Vamos, corran, corran! ─grité horrorizada al ver que se acercaba a nosotros. 

Di media vuelta y hui por el pasillo, no me molesté en mirar hacia atrás pero podía sentir los pasos de los demás ir detrás de mi. Entramos a una de las habitaciones e inútilmente cerramos la puerta, como si eso pudiera detener al mastodonte de afuera.

Era la habitación de lavado así que Sloane acomodó algunas de las máquinas secadoras en fila con ayuda de sus poderes y nos pidió meternos detrás de ellas.

─¡Ven, deprisa! ─dijo Cinco extendiéndome la mano para que me sentara junto a él.

En cuanto mi culo tocó el suelo se escuchó un golpe seco, uno de los muros que daban al pasillo empezó a caerse y de la nada un nubarrón de escombro se esparció por todo el lugar, seguido a esto el samurái apareció en la habitación listo para rebanarle la cabeza al primero que se le cruzara por enfrente.

─¡Deprisa, Ben, amárralo! ─gritó Sloane tras levantar su mano, atraer al guerrero hacia ella y luego manipular la gravedad para que se sintiera muchísimo más pesado y así no pudiera moverse.

Ben se levantó y un par de gruesos y largos tentáculos salieron disparados de su pecho, las ventosas rodearon al gigante y empezó a intentar aplastarlo con dificultad.

─¡Es imposible, este sujeto es demasiado fuerte! ─gritó el asiático.

─¡Hay una apertura en la parte trasera, podemos intentarlo por allí! ─contestó Sloane.

─¡¿Cómo?! ─demandó saber el de ojos rasgados. 

Miré a Cinco, estaba colorado y bañado en sudor, a nuestro alrededor los escombros y la destrucción eran evidentes y a la distancia se escuchaba como si el resto del edificio también se estuviera cayendo a pedazos, pero no había tiempo para pensar en eso, y Cinco lo sabía.

─Los amo. ─musitó acercándose a mi, colocando un rápido beso en mis labios y otro en la cabeza de Ryan, quien seguía llorando y gritando a todo lo que le daba la voz.

En un abrir y cerrar de ojos Cinco desapareció sin dejar rastro, no sabía a dónde había ido, pero estaba segura de que se le había ocurrido algo bueno.

─¡¿A dónde se fue?! ─ladró Ben enfurecido.

─¡Hay que atacarlo por la espalda! ─se escuchó otro grito.

Y de la nada Cinco había aparecido de nuevo pero esta vez sostenía un gran hacha entre sus manos, fue como volver en el tiempo, casi como un déjá vu. 

El castaño tomó impulso, levantó los brazos y dio el primer golpe, pero fue inútil, no pasó absolutamente nada.

─¡Dale más fuerte, no podré sostenerlo por mucho más tiempo! ─dijo Sloane con las mejillas coloradas del esfuerzo.

─¡Yo tampoco! ─siguió Ben.

El aire se sentía pesado y no podía respirar con normalidad, ellos estaban perdiendo la pelea y yo estaba petrificada, me sentía incapaz de hacer algo mientras sostenía a mi hijo en brazos. La armadura del samurái brillaba bajo la luz verdosa que se colaba a través de las ventanas simulando ser la claridad del sol.

─¡Maldición! ─exclamó Ben adolorido y lo siguiente que vi fue restos de tentáculos ensangrentados que se sacudían en el suelo.

La bestia se los terminaba de cortar. 

─¡Sydney, cuidado! ─escuché la voz de Cinco horrorizado y el tiempo pareció detenerse por unos segundos mientras el samurái corría directo hacia mi.

EL MISTERIO DE QUEBEC © » 1M8.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora