El Pecado del Alquimista 7 [+18] (Genshin Impact)

Capítulo 96

Kazuha

17 de Septiembre – 10:08 AM

Inazuma – Ciudad de Inazuma – Ryokan Kowasu

Desde que Xiao se enteró de que su exmujer estaba en las cercanías, se marchó del ryokan tras la fuerte discusión que tuvo con Albedo. De aquella forma, no pudo enterarse de la recuperación de Aria o de la otra noticia bomba: Nathaniel estaba teniendo una supuesta relación con la Arconte Electro.

¿Y si... Nathaniel nunca estuvo en ningún Sanatario? ¿Y si Xiao sabía de aquello desde un comienzo? Era lo que mi mente se preguntaba. Algo debió suceder entre el adeptus y el pelirrubio, algo que provocó que éste acabara en las manos de la Arconte. ¿Pero qué era ese algo?

Entonces, miré a Kairi. No podía estar más feliz entre constantes abrazos con su madre, parecía querer recuperar todos los que no había podido recibir en años, así que no se apartaba de ella.

"Sé que ella quiere que sus padres vuelvan a estar juntos", era un deseo que no solía, precisamente, ocultar. No obstante, había dos problemas ante ello: su hermano estaba enamorado de su padre y su madre... tenía claro que el motivo de su regreso a la normalidad se debía al alquimista. La peliverde no era consciente (porque era ingenua o porque ya se habría acostumbrado en el pasado a su presencia), pero había una bella conexión entre esos dos. Les envolvía una mágica energía que transmitía felicidad.

-Albedo: Aria, ¿vas a querer también un poco de té? –preguntó, recién llegado de la cocina.

-Aria: si vas a hacerlo tú, por supuesto –guiñó un ojo.

Ambos se sonrieron cálidamente, hasta que él se marchó para realizar aquella tarea.

-Kairi: ¡mamá, mamá! –llamó de nuevo su atención, sin haber puesto importancia alguna a la anterior escena, evidentemente romántica-. ¡Sígueme contando cómo fue vuestro viaje en barco!

Veía la estampa de aquella familia y, sin necesidad de escuchar el viento, sentía cómo una catástrofe se cernía sobre ella.

-Aria: oh, ¿no vas a querer ayudar a Al? –preguntó, sorprendida-. Te gustaba ver las burbujas cuando hacía té.

Como una niña, ella salió corriendo a la cocina.

Y, de aquella forma, supe que había sido una maniobra para quedarnos a solas. Al fin y al cabo, ahora la guía estaba comprando el periódico y nos había dado un respiro.

-Aria: Kazuha... ¿eh? –sonrió con picardía-. Puedo adivinar que hay algo entre tú y mi hija, así que, cuando volvamos a nuestra tierra, pienso interrogarte adecuadamente con un amigo –hizo una risita, pero era más divertida que amenazante.

Sonreí también. Su presencia era agradable y cercana.

-Kazuha: no esperaba menos de una madre.

-Aria: mmm... ¿tus intenciones son serias? –ahondó.

No lo dudé.

-Kazuha: absolutamente serias –respondí, mostrando toda la seguridad posible.

-Aria: entonces, sin duda alguna, me encargaré de analizarte bien –bromeó, y ambos reímos-. De momento, veo a mi hija feliz, así que es una buena señal.

-Kazuha: no sólo se debe a mí, también está muy contenta por tu aparición –fui sincero. No podía llevarme todo el mérito.

-Aria: sí... -bajó la mirada, pero no tardó en volver a alzarla-. Me esforzaré ahora en dar lo mejor de mí para que estemos todos bien. He malgastado mucho tiempo y pienso compensarlo –fue un poco seria al respecto.

Me fue inevitable no mostrarme reflexivo.

-Kazuha: no diría que fue un malgasto de tiempo –señalé-. Necesitabas recuperarte y así lo has hecho, por lo que mereció la pena la espera. No podemos ser siempre fuertes, tenemos derecho a caer.

-Aria: oh... -me miró fijamente-. Quizás tengas razón, Kazuha, pero me es imposible pensar en todo el sufrimiento que provoqué por mi estado y los años que perdí.

-Kazuha: vivir en el pasado sí que es una pérdida continua –salió de mi corazón, recordando mis sentimientos de culpa por los acontecimientos que no pude evitar con el fatui. Aún ardía, pero no podía iba a permitirme dejar atrás a Kairi como una forma de autocastigo.

Nos amábamos, así que nos adoraríamos con nuestras imperfecciones y disfrutaríamos de la vida juntos. Así lo había dictaminado la marca que ahora tenía oculta en mi cuello, y aceptaría la sentencia con gusto, incluso si tenía que enfrentar el inminente apocalipsis de su mano.