PARTE 1 : LLEGADA - Cap. 1 - Eva

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Las nieblas del tiempo y el espacio se disipaban.

Un viento que no era viento le azotaba la cara y el frío de una ausencia de mil soles amenazaba con helar todas las fibras de su ser. No hubo inquietud, solo su firme voluntad de abrirse paso más allá del abismo. Había realizado el viaje tantas veces... Pero aquel sería diferente.

Cuando la última barrera cayó y el cielo de un nuevo mundo se abría ante él pronunció las palabras. Ya no tuvo rostro, manos o piernas. La piel se cubrió de plumas, su tamaño se redujo, desarrolló garras en los pies y sus huesos se ahuecaron para aligerar su peso. El manto que lo cubría se arremolinó en un cúmulo de vapores, formando unas amplias alas desplegadas sobre la faz de la tierra.

Su mirada se agudizó y, a pesar de la noche sin luna o estrellas, pudo distinguir las viviendas de abajo con suma claridad. Se dejó llevar por las corrientes de aire con muy pocos cambios en el trayecto. Sabía a dónde quería ir.

Y sabía muy bien lo que encontraría al llegar a su destino y lo que se llevaría con él al partir. Pero aquella vez todo sería diferente. Muy diferente...

                                                             ...


Un agudo y repentino dolor en la frente la sacó violentamente de su sueño. Dolorida, se llevó las manos al lugar dónde le cayó "aquello" en la cabeza.

-¡Hora de levantarse! –oyó que le hablaba Zowie al lado de la cama.

-¿Qué haces? –gruñó Eva entre adormilada y confundida por el golpe -¿También tú vas a empezar a...?

-Mejor abre los ojos y mira con qué te has golpeado -le sugirió Zowie con retintín en la voz.

Eva se removió entre las sábanas de su cama y tanteó con la mano hasta encontrarlo. Reconoció la forma de su despertador y entreabrió los ojos para posarlos sobre el marcador digital.

Casi se cayó de la cama al ver la cifra.

¡¿Las ocho y cuarto de la mañana?! ¡Volvía a llegar tarde!

La tercera vez en una semana. La que le caería al regresar a casa.

-¡¿Y tú por qué me has apagado el despertador?! –le chilló a su hermana mientras saltaba rauda de la cama para desvestirse.

-Oye, yo sólo te lo he traído –dijo la niña saliendo del cuarto.

-Sí... y un chichón de propina... -refunfuñó Eva.

Se cambió de ropa a toda prisa, se cargó la mochila a la espalda, se olvidó de desayunar, fue al garaje, agarró el manillar de su bicicleta y salió pedaleando a toda velocidad calle abajo.

Aquella mañana de principios de junio se sentía tan fría y gris como lo había sido el último invierno. La bruma difusa velaba el cielo y olía a tierra mojada. Una tenue lluvia empapaba las marquesinas de las tiendas. La humedad y el fuerte viento del norte calaban hasta los huesos. La mayoría de los comercios no habían abierto aún y las carreteras todavía se encontraban desiertas.

En medio de aquel paisaje la chica se deslizaba rápidamente con su uniforme escolar entre aceras y cruces de calles, evitando los obstáculos que encontraba hacia el instituto Easton.

Había vivido en Torinbela casi toda su vida, como la familia de su madre. Conocía la mayoría de los caminos y atajos para ir a cualquier parte del condado. Aquella vez, sin embargo, estaba claro que llegaría mucho después de sonar la campana.

El Laberinto 1 - AdvenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora