La primera noche que pasaron en Beshel ayudó a que muchos olvidaran las incomodidades a las que ya casi se habían resignado en el laberinto. Una vez el tabernero hubo cerrado las puertas y echado los cerrojos, todos tuvieron la sensación de ser prisioneros y, a la vez, de encontrarse en el lugar más seguro de la bastida.
Según les dijeron a las chicas uno de los sirvientes, las puertas se cerraban hasta poco antes del amanecer, aunque el salón permanecía encendido y atendido hasta la medianoche. También estarían bien atendidas, pues al marcharse el otro grupo de terrestres, poco antes del almuerzo, uno de ellos había pagado cumplidamente el desayuno, comida y cena de los dos próximos días, además de los eventuales servicios que pudieran necesitar. Este último ofrecimiento animó a Rachel a pedir que calentaran cinco barriles de agua y que los llevaran a sus cuartos, tarea pesada que los pequeños sirvientes se comprometieron firmemente a realizar. Sin embargo, el proceso de calentar tanta agua duró varias horas y cuando llegó Caleb con los chicos ya habían empezado a bañarse, con lo que no pudieron verse hasta la hora de cenar.
Cuando bajaron y se sentaron en una de las mesas junto a la chimenea, vestían ya las ropas que compró Caleb por la tarde. Eran más cómodas de lo que esperaban y tenían numerosos bolsillos cosidos por los pliegues y rincones más inverosímiles. Tomaron sopa de nakkos, tiras de carne seca y zumo de bayas. Para decepción de Nick, no hubo granuras en ninguno de los platos.
Mientras cenaban, Brian y Jason narraron su recorrido por los bazares y tiendas que visitaron y las chicas confirmaron que habían recibido puntualmente el paquete con las esponjas y el jabón. Todas se quedaron boquiabiertas al saberse la noticia de que la mínima higiene y limpieza eran cosas terminantemente prohibidas y castigadas con la horca.
-Un mundo de chiflados -masculló Rachel.
En un momento dado, Caleb se levantó de la mesa y salió al patio a tomar el aire. Se disculpó diciendo que no le esperaran para acostarse, pues él tenía la costumbre de dormir pocas horas.
Con la repentina ausencia de Caleb entre ellos, ninguno quiso permanecer más tiempo en el salón, el cual se veía lóbrego con el crepitar débil de las llamas. Acabaron de cenar y subieron a sus respectivos cuartos sin dar las buenas noches a la enorme figura del tabernero que se había merendado, sin ayuda de nadie, dos enormes caracoles de tiro.
-¡No es justo! A mí solo me habéis traído este mondadientes –protestó Erick desde la cama cuando tuvo la espada corta entre las manos -¿Cómo voy a saber protegerme con una cosa así?
-No te quejes –le reprochó Jason sentado junto a la ventana –Tú al menos tienes una hoja que corta ¿Has visto lo que nos ha tocado a mí y a Brian?
Le dijo esto mostrándole las dos empuñaduras vacías que Caleb, por algún motivo, insistía en que se llevasen con ellos.
-Nick al menos tiene una decente... -masculló Erick ajustándose las gafas.
-Si lo que quieres es una espada que no pare de darte calambrazos cada vez que la saques de la vaina te la canjeo encantado –propuso Nick desde la cama contigua a la de Erick.
-Sigo pensando en que debería haber ido con vosotros. Al menos me habríais dado la oportunidad de elegir si quería o no un arma.
-Mira, Erick... estoy cansado de dar vueltas el día entero... cargando con los trapitos de todos. Tengo muchas cosas en las que pensar y todavía no puedo darme el lujo de dormirme... ¡Así que deja de incordiar ya o vete a quejarte a otro sitio en el que no pueda oírte! –zanjó Jason con el genio a flor de piel.
Erick se cruzó de brazos, se dio la vuelta sobre el colchón de cara a la pared, malhumorado, y no habló más con nadie.
Poco después de este roce llamaron a la puerta.
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El Laberinto 1 - Advenimiento
FantasyEva, junto con sus amigos y compañeros de clase, emprenderá el mayor viaje de su vida para rescatar a su hermana en un mundo de cuento de hadas donde enfrentará increíbles peligros, innumerables fatigas... y un destino anunciado mucho tiempo atrás. ...