Cap. 18 - Bajo la sombra de Carlis var-Canion

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Por la mañana amanecieron con nuevas fuerzas y las mentes más despejadas. Virginia también se levantó sin secuelas de la herida. Era increíble lo reparadora que podía ser una sola noche de descanso después de haber exprimido tanto el cuerpo. Si bien, les habían quedado como recordatorio de aquellos tres días unas inolvidables agujetas en caderas y piernas.

-Estoy orgulloso de cómo os habéis esforzado en llegar hasta aquí –les dijo Urick tras recoger el campamento y eliminar toda prueba de su presencia allí -Aparte de Sarah, ningún terrestre retado por el rey ha logrado adentrarse tanto en Arkanta. Hasta el día de ayer os habéis movido siempre por el reino de Jareth. Ahora vais a penetrar a uno aún más malvado y ancestral que nadie habita. Los duendes que nos han seguido hasta aquí no podrán bordear Carlis antes de que lo crucemos... Así que enviaran mensajeros y dialanes sónicos para que otras hordas nos esperen. Pero, incluso contando con esto, tenemos altas probabilidades de que no se reúnan a tiempo y de encontrarnos la cara este de las montañas despejada.

-Al menos esta vez el tiempo nos da un respiro –suspiró Brian de alivio.

-¡No hay que dormirse en los laureles! –avisó Urick con una mirada de advertencia -Tenemos que viajar lo más rápido posible. Necesitaremos tres jornadas de marcha para llegar al flanco norte de Hezen-Barg. En lo que nos lleve atravesar sus laderas procurad no armar ningún escándalo... y rezad para que no nos caiga nada encima.

-Yo solo rezo para no volvernos a cruzar con aquellos dos del otro día –dijo Rachel, asqueada al recordar las manos negras y demacradas de los Keiser –Deben ser realmente feos para llevar esas máscaras encima.

-No lo sé... Nunca me he acercado lo suficiente para comprobarlo –se encogió de hombros el enano –Se suele prestar más atención hacia dónde van sus espadas que a las máscaras.

-Seguro que son horrendos... -masculló ella sin hacer caso.

El grupo se puso en marcha. El sendero que habían encontrado en la cima del monte pronto se hizo abrupto y dificultoso. Serpenteaba una y otra vez sin parar cuesta arriba. Y algunos tramos llegaba a desaparecer por completo entre las piedras del camino.


El cielo quedó nublado y un viento helado se abría paso entre las rocas. No pasó mucho tiempo hasta que vieron desaparecer todas las plantas, arbustos, hierbas e incluso los líquenes. Nada vivo crecía más allá de los quinientos metros de altura. De repente, y sin que se dieran apenas cuenta, comenzaron a transitar un lugar totalmente muerto en el que ni las bacterias lograban sobrevivir. Esto lo descubrieron gracias a la vara de Fathner que, al tomar prestada la energía de los seres más minúsculos, permitía a su portadora saber instintivamente qué cantidad de vida la rodeaba. Cuando Susan se dio cuenta de la ausencia total de vida, no pudo dar crédito. Por alguna poderosa y extraña razón, Carlis carecía por completo de los organismos vivientes más elementales que poblaban los lugares más inhóspitos.

-Solo los Nelwyn podrían devolver la vida a una tierra que cobijara a Skesses en el pasado –comentó Urick sin detenerse.

Aunque no encontrasen rastro de vida, sí pudieron hallar el elemento clave para sostenerla: agua. Por fortuna, la lluvia que se filtraba bajo el suelo no estaba envenenada ni contaminada. Los días en que no llovía podían llenar las cantimploras horadando la tierra hasta dar con el sustrato húmedo. Y cuando esta táctica fallaba o era insuficiente, recurrían al caso extremo de los hechizos de condensación, para acumular la poca agua vaporizada del aire. Recoger nieve y derretirla era un método menos costoso en magia y, además, constituía una fuente de agua mucho más abundante. Pero para obtenerla habrían tenido que ascender a alturas prohibidas a las que no podían siquiera aventurarse.

El Laberinto 1 - AdvenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora