Cap. 8 - Irreversible

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La ficha estaba bien situada. Los ocho Lacayos dispuestos en los recuadros que les tocaba. Poco a poco había ido extendiendo su red invisible en torno a la Viajera del contrario, ignorando la amenaza que suponía dejar libres al Bufón y al Firey. Cuando el lado derecho del tablero tuviera suficiente peso, tres secciones sobresaldrían y dejarían deslizarse a su Usurpador sobre los dos Lacayos que protegían a la Viajera. Del tablero elíptico podían surgir desde rampas hasta agujeros y elevaciones de casas que podían perder a las fichas durante varios turnos. Las versiones más modernas del juego podían tener hasta pequeños sortilegios, como ráfagas de viento que desplazaban las fichas o que las mismas lucharan entre sí al margen de las ordenes de los jugadores, por lo que había que andar con cuidado.

Todo consistía en saber calcular cuánto peso había que desplazar a cada lado sin perder de vista los movimientos del oponente. Este podría reaccionar de igual manera desplazando el peso de sus fichas al lado opuesto, contrarrestando así los resortes capaces de lanzar las fichas opuestas contra sus filas.

Pero ya era tarde para su enemigo. Desaprovechó demasiados turnos y ahora el suyo iba a asestar el golpe de gracia. Colocó a su Usurpador en la casilla donde sin duda bajaría más rápido y arramblaría con todo lo que tuviera abajo.

-Diría que es usted un leocreyes bastante fiero...

-Y tú un corretón muy escurridizo –le contestó –Pero tu racha va a acabarse... en este momento.

La treta salió como esperaba. La sección sobresalió y dejó caer su Usurpador contra los Lacayos, dejando la ficha de la Viajera desprotegida.

-¡Míralo! Qué bonita jugada me ha quedado –se felicitó Urick.

-Bonita, sí –coincidió la ninfa –Pero...

La jugadora llevó entonces a su Infante por un desapercibido camino que Urick había dejado imprudentemente abierto hasta su valioso Usurpador.

-¡Por todas las minas! –se agarró el enano de los pelos -¿De dónde ha venido eso?

La ninfa rio con voz cantarina mientras se elevaba en el aire, envuelta en su voluptuoso traje de vapores.

-Niña, si estás usando tus encantos conmigo...

-¿Cómo se le ocurre pensar eso? –fingió ofenderse la muchacha de cabellos celestes -¿Yo engatusándole a usted para ganarle al guong? ¡Qué despropósito!

-Sí, ya te reirás... pero esta es la octava vez que me ganas –gruñó Urick cruzado de brazos y aspirando a intervalos rápidos su pipa de hierbas.

-Hoy he dado seis vueltas a los trescientos rodillos del Templo –reveló satisfecha –La suerte sonríe a los que más creen en ella. Usted debería hacer lo mismo.

-Para el guong se requiere estrategia, no suerte –replicó el enano –Y te diré algo respecto a la buena fortuna... Si no la esperas llegar nunca te dará plantón.

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El Laberinto 1 - AdvenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora