Cap. 17 - Titania y Oberón

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Regresaron a paso ligero para recoger los jergones y alforjas al pie de cada árbol. Comprobaron que a las hadas les costaba aparecer claramente ante ellos. Sabían que cientos de ellas les seguían de cerca, pero la timidez era otra faceta de su naturaleza, sobre todo ante la presencia de un enano y un duende. Solamente las más temperamentales entre ellas alcanzaban puestos como los de Ariel para guiar al resto. Eso lo tuvieron claro nada más verla regresar después de unas horas de ausencia y empezar a dar órdenes al resto de sus congéneres.

Luego les llevó al cauce del río. Por la noche era una corriente negra y en movimiento cuyo arrullo invitaba a dormir cerca de sus aguas. Ariel revoloteó sobre la otra orilla y empezó a silbar. Pronto el ruido del agua paró. Unas formas acuáticas acudieron a la llamada. Les dio instrucciones concretas en una lengua demasiado rápida y aguada para el oído humano. Las masas de agua salieron de la superficie, adoptando cuerpos semejantes a las sílfides. Sus ojos eran completamente oscuros, sus cuerpos azulados y las alas membranas escamosas que despedían destellos multicolores.

-Náyades, hadas elementales del agua -les dijo Caleb por lo bajo -Les cuesta más enfadarse que las salamandras y sílfides. Pero procurad no ensuciar el río con ellas cerca.

Las guardianas del río trajeron consigo cuerdas atadas a algo que descansaba en el fondo del cauce. De un tirón surgieron tres nenúfares gigantes que podían transportar varias personas encima. Lucían altos pliegues elásticos en los bordes que funcionaban como pasamanos para impedir que sus ocupantes cayeran por accidente al río. La proa del círculo se distinguía por la característica hendidura y la flor rosada de la que surgía una náyade conductora de la planta.

Las tres circulares embarcaciones, que no eran obra de ninguna mano, cruzaron la corriente sin desviarse hasta donde aguardaba el grupo.

-¿Subiremos ahí? -inquirió Brian.

Antes de que objetase nada más, las chicas ya habían encontrado acomodo repartiéndose en cada nenúfar. Los chicos no tuvieron más remedio que seguirlas. Cuando le tocó el turno de subir a Möll, las hadas del río se mostraron descontentas y ofendidas. Discutieron mucho con Ariel hasta que esta las convenció señalando a Eva, Susan y Caleb.

-Si no me quieren con ellas, ¿para qué disgustarlas? -soltó Möll, muy reacio a subir a bordo -Los duendes no casan con el agua, ya se sabe.

-¿Prefieres esto o que Caleb te lleve flotando con el Mannaz?

Tal vez fuera por ser inverso, pero en la lista de cosas que más odiaba, Möll no había asignado el primer puesto al agua o la limpieza como el resto de duendes. No las aguantaba pero había algo incluso peor para él. Y era perder todo contacto con el suelo, su medio natural. Yendo sobre el agua siempre sería un peldaño más cerca de la tierra que la opción de recurrir al Mannaz. No tuvo otro remedio que saltar a regañadientes sobre el nenúfar.

-No pongas esa cara -le dijo Jason ayudándolo -Un trayecto apacible río abajo no estará tan mal...

Las náyades rieron cuando dijo esto, observándole desde la espumosa orilla.

-¿Qué he dicho? -dijo algo abrumado al ser objeto de tantas miradas femeninas.

-Nuestras naves no bajan el río, Jason Neviza -le contestó Ariel apareciendo tras él con una altura de más de metro y medio.

-¿Que no bajan...? -repitió él, pero se volvió hacia la sílfide aún más extrañado -¿Cómo me ha llamado?

-Eres el portador de Neviza, ¿no? -le señaló ella la empuñadura incrustada de zafiros -Quién porta una perfecta como esa lleva su nombre. Al igual que tu hermano, Brian Flamea y vuestro compañero, Nick Hitlem.

El Laberinto 1 - AdvenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora