Los días que siguieron fueron como un sueño.
Dormían, comían y caminaban por un reino de hadas. Algo que todo niño había imaginado por lo menos una vez en su infancia.
Tenían dispensa real para explorar todos los rincones de Tír-na-nÓg, salvo las estancias más privadas de los reyes, dentro de Innis Falaichte.
El resto de elementales no compartían con sus soberanos esa necesidad de intimidad. Era una raza colectiva que no tenía concepto de la vergüenza, de lo decente y lo indecente. Para ellas todo era natural, todo se reducía a lo puramente mágico y espiritual. Y, en efecto, muchas hadas aparentaban ser solo espíritus de la tierra, el aire o el agua. Incluso algunas salamandras se presentaron en Tír-na-nÓg por aquellos días, provocando mayor confusión e incidentes de toda clase.
Cuando no se peleaban entre ellas, las feéricas les atosigaban, bien con el objeto de interrogarles sobre el mundo exterior, compartir la magia de sus cuerpos o simplemente para jugar.
El único sitio en que les dejaban tranquilos eran las sídhe donde pernoctaban. No había sido fácil adaptarlas a sus necesidades, pero lo bueno de tener tantas reservas de magia era que no importaban cuantas reformas se hiciesen a cabo. Nunca constituía una pérdida de tiempo para las hadas atender sus peticiones.
Incluso a Urick se le había destinado a un pequeño dolmen anexo a las islas por un camino de piedras que muchas veces desaparecían por obra de algunas náyades traviesas. Möll no necesitó cueva ni nicho por mucho que se le dijo. Prefirió cavar un túnel bajo las islas y acomodarse allí hasta que se fueran. Cuando las dríades lo sorprendieron escarbando en la tierra y arrancando raíces de plantas, montaron en cólera y llamaron a las sílfides. Solamente las disculpas más sinceras de Eva y un relato sobre los grandes bosques y lagos de América calmaron los ánimos.
-No les estamos correspondiendo demasiado hasta ahora -comentó Rachel a su lado cuando las hadas se retiraron.
-Sí... Me da pena por Möll, pero tendrá que quedarse lo más quieto posible mientras estemos aquí. Ariel nos ha dicho que si va a cualquier parte tendrá que hacerlo acompañado. Si no, no responde de lo que pueda pasarle.
Los peligros de Tír-na-nÓg no eran los mismos para arkandos o humanos como para duendes. Después de todo eran los siervos de Jareth y pocas hadas entendían lo que era un duende inverso.
-¿Viste cómo lo miraron las salamandras anoche? -le recordó Eva a Rachel -Las otras se conforman con hacerle trastadas a Urick e ignorar a Möll, pero las salamandras... No me gustó nada cómo lo vigilaban. Me cuesta adivinar lo que les pasa por la cabeza. Y luego aparecen de aquí para allá sin previo aviso con esas llamaradas...
-Al menos han hecho buenas migas con Brian.
Buenas migas era una expresión que se quedaba corta. Cada vez que el chico se alejaba del agua aparecía algún hada del fuego para hablar con él o pedirle una demostración de sus habilidades con Flamea. Cuando esto sucedía, las elementales de fuego se lo pedían con un deseo ardiente escrito en toda la cara. No se reprimían lo más mínimo. Si acudían de una en una no había problemas. Pero si eran varias las que aparecían a la vez...
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El Laberinto 1 - Advenimiento
FantastikEva, junto con sus amigos y compañeros de clase, emprenderá el mayor viaje de su vida para rescatar a su hermana en un mundo de cuento de hadas donde enfrentará increíbles peligros, innumerables fatigas... y un destino anunciado mucho tiempo atrás. ...