Cap. 2 - Ruta de caravanas

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El Puntal Real era un cruce de rutas desde el que se podía partir hacia todas las regiones del oeste. Consistía en una torrecilla de apenas cinco metros de altura, rodeada por calles de setos verdes. Nada que ver con la otra torre del claro en el que pelearon contra los Keiser. Parecía recién construida, tenía una escalera con barandilla que llegaba a lo alto, donde otra estatua del rey coronaba el techo, de modo que se la podía distinguir desde muy lejos. A pesar del fácil acceso a lo alto, por alguna razón, esta nueva efigie de Jareth no se encontraba dañada como la que Urick y su compañía decapitaron trescientos años atrás. Sin duda se debía a que aquella era una zona más transitada o por encantamientos que protegían la misma torre.

Los caminos serpenteantes que partían de allí pertenecían a un conglomerado de calles que seguían una misma dirección antes de volver a entretejerse. Se las llamaba Carriadas y eran como corrientes submarinas en medio del océano laberíntico. Una corriente que les llevaba por sí sola a su destino, alejándolos de la visión de las colinas y penetrando en un laberinto menos accidentado. De vez en cuando cruzaban el desgastado arco que cubría el puente de algún río o bordeaban estanques anegados por las lluvias. Terminaron recorriendo así una tierra fértil, floral y extensa que separaba las montañas de los grandes bosques, conocida desde antaño como Geêl-Nirnette, la Campiña de la Dama, la cual pertenecía y sustentaba la bastida de Saramastra, ubicada en el extremo nororiental.

-¿Por qué razón no hay guarnición de duendes en Saramastra? –inquirió Eva caminando al lado de Caleb.

El guía le echó un rápido vistazo por encima del hombro.

-Pensé que Urick te lo habría contado mientras os adelantabais.

-No estaba por la labor de perderme en historias... –gruñó el enano detrás de ellos –Me preocupaba más salir de Carlis que de otra cosa. No sabía si tendríamos ocasión de hablar de Magenta.

-¿Magenta? –interrogó Rachel escuchando la charla.

-El antiguo nombre de la ciudad antes de ser rebautizada en honor de Sarah –explicó Caleb.

Eva abrió los ojos y se giró sorprendida hacia el mago.

-Sí, Saramastra en lengua ancestral significa "Ciudad de Sarah". Fue la primera bastida a la que llegó tu abuela. Sus gentes se sienten tan orgullosas del paso de una Heredera por su bastida que le dieron su nombre. Es considerada una ciudad santa.

-No tenía ni idea... -murmuró Eva, pasmada, no entendiendo cómo no había adivinado el nombre de su abuela en el de la bastida –Saramastra... ¡Pero qué tonta!

-No solo le dedicaron el nombre –respondió Urick con tono divertido –Le levantaron todo un templo en su memoria, al que acuden peregrinos de los lugares más recónditos. Allí rezan a los Nelwyn y honran a sus Herederas como debe ser.

-¿De verdad? ¿Un templo...? –exclamó Eva, boquiabierta

-No es un templo. Es "el" Templo –corrigió Urick -Allí dónde se elevan las plegarias de los fieles que sufren la tiranía de los duendes y su rey. Después de Lunaria, probablemente sea el punto religioso más importante de Arkanta.

Eva, anonadada, iba de sorpresa en sorpresa. Le había llevado varios días asimilar que su abuela hubiese viajado también por el laberinto miles de años atrás (dentro de la escala temporal de Arkanta). Y ahora se enteraba de que le habían dedicado una ciudad y levantado un templo al que miles de arkandos acudían a rezarle. Resultaba tan extraño que no encontraba las palabras que expresaran su desconcierto.

-Aquí hay algo que no me encaja... -ladeó la cabeza Jason, interviniendo en la conversación –¿Cómo permite Jareth que haya una ciudad y un templo dedicados a Sarah?

El Laberinto 1 - AdvenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora