Cap. 18 - La Tríada de Espadas

14 2 0
                                    

Nada más tocar el tema de la distribución de los cuartos a todos les quedó claro que Caleb estaba siempre pendiente de los detalles. Había pensado en dos cuartos a repartir entre chicos y chicas, dando por sentado que estarían todos conformes. Se encontraban ambos cuartos frente a frente en el mismo pasillo, de manera que cada grupo tendría su intimidad, pero no estarían muy lejos unos de otros. No eran habitaciones muy espaciosas, aun contando con ventanas que daban directamente a la plaza. Tenían chimeneas, pero se encontraban tan destartaladas que no se atrevieron ni a acercarse por miedo a que se derrumbaran al menor roce. Las chicas repararon en varios agujeros en las esquinas de los que surgiría ocasionalmente algún animalillo por las noches en busca de algo a lo que hincarle el diente.

A la vista estaba que no era el Ritz, pero tenían lo básico para dormir decentemente.

-¿Y el servicio? –preguntó Rachel, alarmada –He mirado el cuarto del fondo. Solo hay una palangana y un agujero en el suelo.

Susan y Carol echaron un vistazo para volver con gesto de resignación.

-Me temo que ese agujero es el servicio –dijo Carol con pesar.

-¿Perdona?

-Es una letrina –sentenció Susan.

Al oír esta palabra pareció que una parte de Rachel se derrumbaba en un pozo de desesperación muy hondo del que difícilmente podrían sacarla.

-¿Y donde diablos está la ducha? ¿El baño? ¿El lavabo...? –gimoteó, inconsolable, habiendo esperado encontrar todas estas cosas -¡¿No tienen agua corriente?!

-Dudo mucho que aquí sepan lo que es una cañería –repuso Carol por toda respuesta.

-¡Dios mío! –se lamentó Rachel -¿Cómo vamos a sobrevivir así un año entero...?

Como acudiendo en su ayuda, la cabeza de Caleb asomó por el resquicio entreabierto de la puerta.

-¿Todo bien por aquí, chicas? ¿Ya estáis instaladas?

-Ha sido entrar y sentarnos... -bromeó Susan.

-¿Adónde has ido? –le preguntó Eva a su vez.

-He subido para recoger noticias del enano que vive en el tercero. Suelen estar al día de todo lo que pasa en las bastidas y me ha dicho cosas interesantes.

-¡Un enano de verdad! –saltó Virginia yendo hacia la puerta -¿Puedo subir a verlo? De pequeña vi Blancanieves y los...

-Virginia, no esperes encontrar enanitos de jardín aquí –le previno Susan -Además, ¿qué piensas hacer? ¿Subir y llamar a la puerta solo para ver la cara que tiene? Se supone que no debemos meternos en líos.

-Joo, pero yo quiero verlo... una miradita aunque sea... andaaa...

-¡Que no! Al rincón -le señaló Susan impasible.

Virginia bajó la cabeza y volvió obediente a su cama de la esquina, decepcionada.

-Rachel, ¿ocurre algo? –preguntó Caleb al verla a ella también alicaída.

-¿Que si ocurre algo? ¡¿Algo?! –chilló Rachel fuera de sí.

-Por favor, no alces la... -fue a avisar Caleb.

En ese momento las vigas y el techo del cuarto temblaron peligrosamente. Tanto que cayeron volutas de polvo desde lo alto. A una señal tácita de Caleb, todas se quedaron calladas, esperando a que cesara.

-¿Qué ha sido eso? –inquirió Carol sin dejar de mirar las inseguras vigas.

-No se le llama la Casa de los Susurros por nada, ¿sabéis? –manifestó Caleb –Su estructura es de las más antiguas de Beshel. Puede venirse abajo fácilmente con tan solo elevar la voz.

El Laberinto 1 - AdvenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora