La lluvia, copiosa e ininterrumpida, regaba las piedras y muros de un valle gris, pétreo y de escasa vegetación. Las nubes surgieron del oeste inesperadamente y durante los dos últimos días regaron el laberinto como pocas veces se había visto en cien años. Pero ahora un viento cálido del sur disipaba la humedad y la claridad del cielo desnudo mezclaba la tenue luz con las brumas a ras de las colinas, transformando el paisaje por completo.
La lluvia fue decayendo, pero pequeños riachuelos que discurrían al pie de las tapias seguían su rápido cauce cuesta abajo. Gracias a la inclinación del relieve, algunos desagües naturales y la cercanía del río Shel aquellas fronteras de los Confines nunca se veían inundadas ni empantanadas por fuerte que cayera el agua.
En el puesto fronterizo, compuesto por dos casetas a ambos lados de la callejuela, los guardias y vigilantes se habían guarecido del chaparrón, dejando desierto el lugar. Las casetas eran viejas y estaban en muy mal estado, tenían hongos en las paredes y numerosas goteras. La escasa, o mejor dicho nula, circulación de viajeros repercutía en que los guardias vieran pasar los días, uno tras otro, sumidos en un trance apático solo alterado por el goteo del agua.
Aquella vez, sin embargo, a uno de los guardias le atrajo un ruido chirriante y miró a través de los ventanales resquebrajados. La expresión aburrida le cambió al instante y se levantó de la mesa de registros para despertar al resto de sus compañeros.
De forma aparatosa y torpe, el grupo de duendes salieron en tropel de la caseta izquierda del camino y fueron a avisar a los de la caseta derecha.
-¡Despertad! ¡Despertad, haraganes! –vociferaron a viva voz.
En unos cinco minutos todos formaron desordenadamente una vacilante fila divisoria que impedía el libre paso por el sendero. El jefe del puesto de fronteras se mantuvo por detrás de la fila, sentado en un podio con asiento y escritorio de piedra sobre el que depositara el libro de registros y un tintero con pluma negra. El duende se ajustó el traje de funcionario, irremediablemente estropeado por el clima, se abrochó dos o tres botones (el resto los había perdido en apuestas), remangó las mangas y miró con ceño adusto y severo en dirección a la cima.
Bajo la lluvia crepitante, una sombra borrosa de la que provenía el chirrido se adivinaba descendiendo lentamente hacia la fila de duendes. La humedad y el vapor que ascendían del suelo junto al interminable aguacero difuminaban los objetos en la distancia, pero se pudo apreciar que era una carreta tirada por dos caracolópodos. El rastro de babas pegajosas ayudaba a evitar que las ruedas resbalaran calle abajo. El arriero, encorvado, los sujetaba por las riendas y se mantenía protegido de la lluvia cubierto por un capote verde oscuro, capucha y botas impermeables. Tras de él, en la carreta, llevaba un grupo de nueve individuos sentados que, de cuando en cuando, miraban a su alrededor, pero luego volvían a dejar gacha la cabeza y la espalda inclinada. Todos abrigados con capotes verdes desteñidos y capuchas que ocultaban la mitad de sus rostros.
-¡Alto! ¿Quién viaja? –gritó el jefe duende desde el podio de piedra.
El carromato se detuvo a cinco metros de la fila fronteriza.
-Nómadas ganhel –contestó con acento arrastrado el carretero –Venimos de las rutas perdidas del sur buscando cobijo de la lluvia.
-Conque errantes ¿eh? Eso se verá. Vuestros permisos de viaje –se limitó a decir el duende mientras un subalterno rompía la fila y se acercaba al carro.
-No tenemos permisos –se disculpó el carretero arrastrando las palabras –Somos nómadas... Contamos solo con una licencia real.
Dijo esto y le entregó al subalterno un rollo de pergamino con el sello de la Corona. El duende se lo hizo llegar a su superior y este lo examinó con detenimiento. Llevaba inscrito el nombre de la familia y el de cada uno de sus miembros y ocupaciones. Todo bien detallado y sellado con el símbolo real del obelisco con la esfera en la cúspide.
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El Laberinto 1 - Advenimiento
FantastikEva, junto con sus amigos y compañeros de clase, emprenderá el mayor viaje de su vida para rescatar a su hermana en un mundo de cuento de hadas donde enfrentará increíbles peligros, innumerables fatigas... y un destino anunciado mucho tiempo atrás. ...