Cap. 5 - El Rey de los Duendes

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Todos a una se pusieron a remover muebles, armarios, mesas, camas, cortinas, alacenas y todos los rincones de la casa, tan pronto como Eva informó del paradero desconocido de su hermana. Cualquier sitio que fuera acto para ocultar a una niña de ocho años fue debidamente inspeccionado.

Eva y Brian registraron la planta superior, mientras que los demás pusieron patas arriba el comedor y la cocina. Ante la increíble posibilidad de que se hubiese escapado saltando por la ventana de su cuarto, a cinco metros del suelo, Carol decidió recorrer los alrededores de la casa.

No encontró rastro de la niña.

Buscaron y rebuscaron en los lugares más impensables donde podría estar sin éxito. Casi todos se mostraron preocupados y nerviosos por lo sucedido. Pero por alterados que estuvieran aún se encontraban lejos del estado de Eva.

Durante un rato estuvo enérgica y firme en la búsqueda. Pero cuando fue evidente que Zowie no se había escondido en ningún lugar de la casa, empezó a ponerse pálida y a temblar como una hoja por lo que le hubiese ocurrido. No paraba de moverse, incapaz de conservar la calma. Después de todo había estado a su cuidado y había desaparecido mientras ella charlaba tontamente con los amigos.

Solo Dios sabía donde podía andar aquella busca líos.

-¿Estáis seguros de haber mirado bien? –les preguntó con el miedo reflejado en el rostro –Es muy buena a la hora de esconderse. Podría incluso haberse metido en el sótano...

-Ya lo hemos mirado –le dijo Jason, volviendo por séptima vez de la cocina.

-¿Y fuera? ¡¿Habéis mirado fuera?!

-Lo siento Eva, ya he dado la vuelta tres veces a la casa, hasta he salido a la calle... -respondió Rachel desde el vestíbulo con el pelo revuelto –Nick sigue todavía por ahí. Le he preguntado, pero no ha visto a nadie salir de aquí.

Todos se quedaron algo callados y confusos por el inesperado giro que había tomado la noche.

-¿No sería el momento de llamar ya a la policía? –propuso Susan.

-No hasta que miremos en todos los sitios –insistió Eva –La muy tonta debe haberse quedado dormida en algún lado –pero se mirase por donde se mirase era incomprensible que la niña hubiese desaparecido sin más del dormitorio. La puerta, que se suponía atascada, no la habría conseguido abrir y, aún lográndolo, el chirrido de las bisagras se habría escuchado desde abajo.

-Rai, ¿qué te ha ocurrido fuera? ¿Te ha pasado por encima un tornado? –la interrogó Carol al verla tan despeinada.

-¡Ah, si! -se acordó Rachel -Nada más salir del porche se me ha echado encima una especie de búho o lechuza, directa a la cara ¡Me ha dado un susto de muerte! Creí que quería sacarme los ojos...

-¡No es momento para asustarnos por pájaros! –explotó Eva, con los ojos empañados de lágrimas – ¡Mi hermana ha desaparecido y no tengo ni idea de donde está! ¿No es gracioso? ¡No tengo la más remota idea de si se encuentra bien, si se ha escapado a casa de una amiga o si se la han...!

Sin poder mantenerse más en pie, se sentó en una silla del pasillo entre el salón y las escaleras. Sollozó con la voz quebrada. Enseguida fue Susan a su lado y trató de calmarla lo mejor que pudo.

Nadie supo qué decir durante un minuto.

De repente una voz del exterior les saludó desde la puerta del porche que habían dejado abierta.

-¿Pasa algo aquí? –fue a preguntar Nick, quitándose de la cabeza su inseparable gorra azul que llevaba a todas partes.

Brian se le acercó y explicó en pocas palabras el problema que tenían encima.

El Laberinto 1 - AdvenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora