Cap. 3 - Los Elementos de la Magia

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Debido a los acontecimientos del día anterior Caleb les permitió el lujo de dormir hasta entrada la mañana. Una noche de descanso y una ración extra de cortezas dulces fue suficiente para que Virginia se recuperara. Caleb también pareció reponerse aunque siguió conservando el pelo blanco como la nieve. A lo largo de los días siguientes se le iría oscureciendo hasta adoptar su color ceniza habitual.

-Me gusta mucho más como te ha quedado –se metió con él Rachel mientras guardaban las mantas y utensilios –Es tan bonito y brillante... casi como el mío –rio, muy ufana.

-Precisamente por eso llevo la capucha puesta –le dijo muy serio mientras se la colocaba –Es demasiado llamativo. En la cima de una colina cualquiera podría distinguirlo a una jadmia de distancia. Deberías hacer como yo y cubrirte también.

Por desgracia, Caleb no había caído en que Rachel no veía nada de malo en todo cuanto la hiciera resaltar y destacar.

-Ya me cuesta mucho mantener las puntas cerradas –refunfuñó –No voy a ir escondiendo el pelo como una monja de clausura.

Caleb negó con la cabeza, pero no añadió más. Una vez se apartó para borrar los restos del fuego y toda señal de que hubiesen pasado la noche allí, Carol tomó a su hermana por detrás.

-Sabes... El Olvidadero funcionó muy bien. Ayer todos dudamos de las palabras de Erick. Pero la amnesia que sufrimos no nos obligó a ser bordes ni desagradables con él.

Rachel la miró de reojo y siguió guardando las mantas y los utensilios de comer.

-Sin embargo... alguien hubo que no quiso escuchar lo que hasta a Caleb le había llamado la atención –siguió hablando Carol, usando palabras previamente escogidas para no sacar fuera el mal genio de su hermana –Quizás alguien se pasó de la raya y se precipitó en juzgar a cierta persona...

Rachel alzó la mirada hacia delante. Al otro lado del cruce estaba Erick, que tenía serios problemas para colocarse sus gafas al estar vendado por un lado de la cabeza.

-Sí, tal vez... -concedió de mala gana.

Carol se le acercó un poco más.

-A lo mejor esa persona se sintió mal porque nadie la tomara en serio, ¿no crees?

-Quizás... -masculló Rachel como si masticara algo duro de roer.

-Y tal vez esa persona se sintiera mejor si la que la ofendió fuera a disculparse con ella.

Rachel se dio la vuelta para mirarla con ojos encendidos y cara de disgusto.

-¡Eres como un sabueso, nunca sueltas la presa! –replicó.

Carol enarcó una ceja y se cruzó de brazos en actitud de espera.

-¡Lo sé, lo sé...! -asintió Rachel levantando las manos -Creo que le debo algo a alguien... -y casi a regañadientes fue a dar unos pasos en la dirección de Erick.

Rachel sorprendió al chico por la espalda después de asegurarse de que nadie les escucharía. Y, tal como esperaba, nadie oyó las palabras que intercambiaron las dos personas que probablemente menos congeniaban de todo el laberinto.

Ya en camino, Caleb les hizo una lista más detallada de los peligros a los que deberían estar atentos, tanto los probables como los improbables. Desde cómo salir de calles en espiral llamadas "Bucles rectos", haciéndoles cosquillas a las paredes, hasta combatir enjambres de Bauras salvajes, una especie de insectos con aguijones venenosos que detestaban el sonido de fuertes silbidos. Si como Virginia o Erick no se sabía silbar, otro medio era chillar con voz de pito o hacer gárgaras muy ruidosas. En su fuero interno, Virginia deseaba no tropezarse con semejantes bichos, no tanto por temor a los aguijones venenosos como por la forma tan ridícula de espantarlos.

El Laberinto 1 - AdvenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora