Cap. 20 - El rumor del río y el trote de los árboles

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Fue como lo quiso Eva. Aquel mismo día abandonaron Tír-na-nÓg.

Ante la inminencia de los Keiser todos estuvieron de acuerdo en partir. Incluso Brian, el cual había salido para recoger su petate a la sídhe de los chicos, así como despedirse de Tanor y las salamandras que siempre lo buscaban por allí. Susan le pidió a Jason que la ayudara, aunque, para su sorpresa, se negó a ir, sin duda por evitar el agua donde las náyades lo esperarían.

-Mejor iré con Drinda a guiar los nenúfares hasta la isla... Si es que vamos a irnos enseguida -dijo de pasada observando a Eva.

-Desde luego -le contestó ella fulminándolo con la mirada, dando a entender que no había lugar a dudas de última hora.

-Solo preguntaba... -se excusó Jason, alejándose cautelosamente.

Ni Jason ni nadie hubiera podido hacerla recapacitar. Ni siquiera la discusión que sostuvo con Caleb tras las palabras de Anwë la lograron disuadir de sus miedos.


-Estoy de acuerdo en irnos, pero por un motivo justificado -le había replicado el mago una hora antes -No puedes dejarte influenciar tan fácilmente por sueños y visiones.

-¿No es la premonición de Sarah otra visión?

-La premonición fue inspirada por los Nelwyn... ¡Y de todas formas esa no es la cuestión!

-La cuestión es que ya estábamos avisados de que esto podría ocurrir -soltó la chica de sopetón.

-¿De qué hablas?

-El sueño de Kork no avisaba de la presencia de los Sky-Hell en Saramastra -trató de explicarle Eva, que por fin había atado aquel cabo suelto -Ni siquiera habían llegado aún a la ciudad. Creo que nos estaba advirtiendo de otra cosa.

-¿De qué? ¿De un tercer Keiser? ¿Es de eso de lo que estamos hablando? -inquirió Caleb con una ceja arqueada.

-¡Sí! Y lo que ha visto hoy Anwë lo confirma...

-Lo que pudo o no haber visto una oteadora al toparse con la mente de los Keiser nadie puede estar seguro. Cualquiera podría perder la cabeza en esas circunstancias. Y las mentes feéricas son especialmente sensibles cuando ven algo así.

Eva suspiró, tratando de dominar su enojo al tiempo que Caleb intentaba razonar con ella una vez más.

-Mira, Eva... Aún suponiendo que fuera cierto y hubiese sobrevivido otro Keiser al que los arkandos no hubiésemos detectado en todos estos siglos... ¿Cómo explicas la descripción de Anwë?

-¿Te refieres a lo de...? -adivinó Eva.

-Un Keiser malvado -asintió Caleb con cierta suspicacia -¿No ves lo absurdo que es, Eva? Tener cualquier clase de sentimientos, aun los más negativos, es contrario a su naturaleza. No sienten nada, ahí radica su poder. Ningún lazo emocional les ata a nada ni a nadie.

-¡Precisamente por eso lo que vio Anwë podría ser todavía más peligroso! Puede ser algo... completamente nuevo y desconocido, a lo que ningún arkando se haya enfrentado antes...

-Incluso Jareth se topó con un muro insalvable al intentar reproducir a la raza por medios mágicos. Todos sus intentos de mezclar la sangre de los Keiser con otros arkandos terminaron en fracaso ¿Por qué te cuesta tanto entenderlo?

Eva se le quedó mirando, todavía más seria que él.

-¿Por qué tú aprecias tanto a las sílfides y, en cambio, no puedes confiar en lo que dice una de ellas? -le echó en cara señalando la estancia donde quedó Anwë con sus hermanas.

El Laberinto 1 - AdvenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora