PARTE 2: PERSECUCIÓN - Cap. 1: Todavía dentro del laberinto

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Durante los siguientes días viajaron por el laberinto a un ritmo lento pero seguro. Fue un cambio agradable para todos que en la nueva etapa del viaje sus condiciones de vida mejoraran notablemente con la presencia de Caleb. En aquella ocasión tenían a un guía experimentado y el simple hecho de saber a ciencia cierta qué camino elegir fue suficiente para disipar cualquier inquietud.

Abandonado el valle del río Shel, pasaron a internarse en una zona de calles rectilíneas y trechos de muros separados, tan dispersos unos de otros que la caminata dejaba un amplio abanico de direcciones posibles. Cada dos o tres horas Caleb consultaba los mapas por los que tanto se había arriesgado, como para confirmar sus propias intuiciones. Otras veces, cuando ni los mapas ni las corazonadas le valían, hacía cosas extrañas. Pararse para comprobar la dirección del viento que circulaba entre las calles o penetrar en el granito de las tapias con la mano como si estuviera hundiéndola en un muro de barro. Según él, el laberinto tenía su propia magia circulando constantemente por el interior de muros y tapias, lo que a su vez hacía posible que cambiara el diseño de las calles para perder aún más a los viajeros sin necesidad de que la voluntad expresa del rey estuviese detrás de estos cambios.

Seguían durmiendo al raso, pero entre sus equipos habían comprado mantas y pequeños cojines. Una sorpresa bien recibida fue que Caleb les enseñó a aplicar hechizos sobre el suelo para que este se tornara flexible, suave y mullido, como un colchón de cama. Contaban además con una cacerola pequeña, dos sartenes, cubiertos y cantimploras para cada uno.

-¡Vaya lujo! –llegó a bromear Nick cerca de Rachel. La chica no pensaba realmente que hubiese mejorado demasiado su situación, pues seguía echando de menos el auxilio de un cuarto de baño decente. Sus quejas se habían reducido sensiblemente, pero aun así dedicó a Nick una mirada que venía a decir "No sigas por ahí...".

En cuanto al terreno que recorrieron, una vez que dejaron atrás el valle, estuvo salpicado de empinadas colinas y desniveles sobre los que el laberinto había extendido sus redes de entretejidas callejuelas. El clima era el propio de Jaël, húmedo y con chaparrones. El cielo casi siempre estaba encapotado. Aquellos días los cielos mostraron su peor cara con una tormenta eléctrica. La tempestad batía el aire con furia mientras espantosos truenos les acompañaban desde las alturas. De vez en cuando, entre los relámpagos azules y plateados, las nubes se iluminaban con centellas rojas, llamadas por los arkandos "Serpientes de Sangre". Ningún sabio conocía las causas de semejante fenómeno. Por eso las gentes sencillas y los nómadas mantenían las leyendas sobre serpientes voladoras enfrentadas en los cielos. Aquellas luchas provocaban las mayores tormentas y la serpiente que se precipitaba a tierra, derrotada, caía envuelta en la sangre de sus propias heridas, dando así la tonalidad rojiza al rayo.

Fueran ciertas o no estas historias, la verdad era que las descargas rojizas resultaron ser las más estridentes de cuantas tuvieron que soportar.

-¿Y tú llevas dentro uno de esos? -le dijo Nick a Hitlem bajo la continua lluvia de rayos.

Como si respondiera a la pregunta, la empuñadura bruñida, perfectamente encajada en su vaina negra, despidió una pequeña corriente en su mano junto a algunas tiras eléctricas.

Solo al atardecer un vacilante sol se veía cayendo en forma de una columna de luz dorada sobre el inmenso mar laberíntico. Cuando en esos momentos tenían la suerte de acampar en un sitio elevado, podían maravillarse con unas vistas sobrecogedoras. Sombras y luces se juntaban por breves minutos para formar hermosos paisajes de ensueño. En esos descansos el laberinto ya no les parecía tan peligroso y oscuro. Sin embargo, todavía guardaban cierta desconfianza hacia todo lo que escapara a la lógica y el sentido común.

El Laberinto 1 - AdvenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora