Sortearon varias sucesiones de pasajes y callejuelas donde la arena se hacía más suelta y fácil para rastrear huellas. Parecía incluso más limpia y pura a cada paso, como la arena de una playa. Pero también se hizo más difícil andar todo lo deprisa que les hubiera gustado.
Llevaron una hora de caminata cuando Erick resopló, cansado.
-¿Y si hiciéramos una parada? –pidió.
-Ni hablar, ¿ves esos nubarrones? –le señaló Jason -Si va a haber lluvia más nos vale terminar con esto antes de que desaparezcan todas las pisadas.
Erick profirió un quejido de fastidio y siguió andando.
Por suerte no cayeron más que unas pocas gotas en toda la mañana y hasta pareció en algún momento que se despejaba el cielo.
Las huellas que seguían no les aclararon nada sobre las gentes a las que perseguían. Eran demasiado numerosas, muchos arrastraban los pies y la brisa ya empezaba a barrer la arena, dificultándoles la tarea.
Por esto mismo, Jason casi saltó de alegría cuando halló en el suelo un pendiente de plata con cuentas, medio enterrado en la arena por una pisada.
-Vamos bien. Nos estamos acercando.
-¿Cómo puedes saberlo? –preguntó Brian.
-Es sencillo. Esto estaba junto a esa pequeña duna que ha formado la pisada, de cara contra la corriente de aire. Ha pasado algún tiempo desde que cayó al suelo, pero no el suficiente como para que el viento lo haya enterrado del todo. Tiene, pues, que llevar poco rato aquí tirado. Sigamos.
Si era verdad que se aproximaban a su objetivo, desde luego ninguno tuvo esa impresión. No oyeron más voces desde lejos y las huellas seguían siendo confusas y cada vez más dispersas.
Pasó una hora más sin ver novedades por el camino. Todos empezaron a cansarse de la persecución. Hasta Jason comenzaba a tener serias dudas de que su suposición fuese acertada.
Pero el rastro de pisadas era aún perceptible cuando unos pasos ajetreados de un gran grupo se hicieron notar en algún lugar lo bastante cerca como para despertar de nuevo las esperanzas de todos.
Intentaron guiarse por el sonido de los pasos, sin perder de vista las huellas, no fuera que se les escaparan ambos indicios.
Se cuidaron, por supuesto, de no hablar ni hacer ruido alguno que les delatase, por si acaso les oían y se les ocurría huir otra vez de ellos.
No obstante, la calle que bajaban era recta y sin desvíos hacia el norte, que era la dirección por la que se alejaban los pasos, aunque las huellas les llevaban ahora calle abajo. Quizás habían dado un rodeo para despistarlos.
Ante esto, Virginia estuvo a punto de romper su silencio y pedir de nuevo ayuda. Carol y Susan se le acercaron a tiempo antes de que alzara la voz en grito.
-¿Qué hacéis? –preguntó Virginia, perpleja.
-¿No te das cuenta de que si saben que les seguimos los perderemos otra vez? –le dijo Susan en voz baja –Probablemente no se den cuenta de las huellas pero si nos descubren ahora podrían borrarlas por el camino...
Pero el resultado abría dado lo mismo si hubiesen gritado todos a coro. Las huellas y el ruido de pisadas, que suponían de las mismas personas que oyeron por la mañana, se alejaban en direcciones opuestas. En unos minutos ya no las oyeron más.
Jason no quiso desanimarse tan pronto.
Los obligó a todos a andar y andar con toda la energía que podían reunir tras una mañana ininterrumpida de viaje. El camino arenoso ya mostraba pocas pisadas, pero no dejaron de seguirlas, ya que allí las calles eran muy entretejidas y podrían perderse en todas las direcciones.
ESTÁS LEYENDO
El Laberinto 1 - Advenimiento
FantasyEva, junto con sus amigos y compañeros de clase, emprenderá el mayor viaje de su vida para rescatar a su hermana en un mundo de cuento de hadas donde enfrentará increíbles peligros, innumerables fatigas... y un destino anunciado mucho tiempo atrás. ...