Cap. 14 - La Vara que espera

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--- Doy aviso de que este viernes 8 de Abril publicaré dos capítulos seguidos, ya que el 22 no me será posible hacerlo. Aún no sé si el 15 sacaré uno más. En todo caso, disfrútenlos y que los muros del laberinto no les pierdan entre sus calles ---



Mientras estos extraños sucesos tenían lugar, en otra parte del laberinto, a decenas de jadmias, tres jóvenes viajeros observaban boquiabiertos el espectáculo que les rodeaba.

El laberinto había continuado igual de monótono y aburrido que en los anteriores recorridos. Pero pronto los tres quedaron pasmados al entrar en una zona de grandes porciones de tierra emergidas, literalmente, del suelo y elevarse en formas cilíndricas. Había muchas y se reunían todas como un bosque de secuoyas gigantes. Y en la cima de aquellos monumentos "naturales" se distinguían partes del laberinto aisladas y separadas del conjunto de más abajo. Habían quedado inalterables y vírgenes durante mucho tiempo en aquellas alturas sin que nadie las recorriese.

Susan, Brian y Jason admiraron estas formaciones que contaban por lo menos cien metros y que nunca habían visto ni oído anunciadas en ningún programa turístico.

-¿Qué crees que las hizo elevarse así del suelo? –preguntó Brian, atónito, al girar por completo la cabeza hacia arriba cuando pasaron cerca de un peñasco especialmente alto.

Jason se limitó a observar como su hermano la imponente roca. Las paredes eran casi lisas, lo que hacía dificultosa la escalada y ponía en tela de juicio su origen natural.

-Quizá un movimiento de tierra las desplazó. Tal vez un terremoto o magma en ebullición de hace millones de años –aventuró Susan, aunque no muy convencida.

-Pues para dejar estos pedruscos así debió de ser la madre de todas las sacudidas. Pero... ¿Cómo fue que trozos de calles enteras quedaron allá arriba? ¿Ya estaba aquí este laberinto hace millones de años?

-No seas tonto. Lo construirían en lo más alto para dar esa impresión. Se puede llegar con helicópteros y grúas, no es algo imposible de realizar.

-Pero sí muy costoso... ¿Por qué se tomarían tantas molestias para levantar trozos de laberinto en donde nadie iba a recorrerlos?

Susan se limitó a encogerse de hombros y seguir andando el camino, decidida a no calentarse más la cabeza de lo que ya lo hacía el sol del mediodía.

No pudieron perder de vista aquellos cilindros de piedra, ni siquiera sorteando los pedregosos desniveles. El sol pronto descendió en el cielo y la oscuridad arrebató la impresión de majestad de aquellas rocas, tornándolas tétricas y amenazantes por la noche. En las horas que precedían al crepúsculo y al alba parecían que se iban a derrumbar sobre ellos en cualquier momento, impresión que los ayudaba a darse prisa por abandonar aquellos extraños parajes.


El laberinto y sus calles de piedra no ofrecían ninguna sombra durante las horas de calor. De modo que cuando las sombras de los peñascos se alargaban y coincidían con su rumbo, se detenían siempre a descansar. El suelo presentaba algún que otro matorral y las calles eran algo más espaciosas, lo que contribuía a no sentirse atrapados entre ellas como les ocurría días atrás.

Tras una cuesta de empinadas escaleras lograron subir a una amplia terraza al borde de un cerro que permitía una vista magnífica del laberinto y las abruptas cumbres que los rodeaban. Allí encontraron un vetusto mirador que se orientaba hacia el sur, arropado por dos maltrechos arcos. Bajo el mirador caían las faldas de la colina, una agreste pendiente plagada de hierbajos y una pequeña selva de zarzas secas que, a pesar de la distancia, se podía distinguir unas púas del tamaño de un cuchillo de cocina.

El Laberinto 1 - AdvenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora