Cap. 8 - Dentro del laberinto

19 3 0
                                    

Siguieron el corredor hasta desembocar en un número cada vez mayor de caminos y senderos de altas paredes enladrilladas. Aquello ya se parecía más a un laberinto convencional, si pasaban por alto el que tuviera decenas de kilómetros de extensión.

Tal como habían esperado, pronto perdieron la cuenta de las esquinas y cruces de caminos que fueron dejando atrás. No habían caminado mucho tiempo para cuando entraron en una zona de paredes lo suficientemente bajas como para divisar una gran porción de cielo y el lugar donde se erigía el castillo del tal Rey de los Duendes. De no ser por tener a la vista la distante construcción habrían perdido el rumbo entre los innumerables salientes, recodos y desvíos que se sucedían uno tras otro.

Al principio todos hablaron animados por haberse puesto en camino, observando con viva curiosidad las callejuelas enladrilladas o talladas en la piedra viva. Eva iba a la vanguardia con Brian al lado, seguidos por Jason y Susan, quienes discutieron varios minutos cuando se encontraron con la primera bifurcación importante.

-Más de lo mismo, ¿Izquierda o derecha? –planteó Brian.

-Un truco de los laberintos suele consistir en seguir el mismo lado de la pared hasta encontrar la salida –recordó Susan -Si damos con un callejón sin salida, retrocedamos y volvamos a empezar.

-Por si se os ha pasado por alto... Este laberinto no es como los que salen en los menús infantiles de los restaurantes –razonó Jason –Dudo mucho que unas reglas tan simples vayan a funcionarnos aquí dentro.

-Vamos a probarlo de todas formas –decidió Eva –Siempre que sigamos la dirección del castillo...

Tras ellos les seguía inmediatamente Carol, y más atrás Rachel que comentaba con Nick la manera tan surrealista en que había acabado su cita de aquella noche. Virginia los escuchaba callada a sus espaldas y Erick cubría la retaguardia, bastante intimidado por las extrañas construcciones que les rodeaban.

Llegó un momento en que seguir la regla de la misma pared se hizo inviable, ya que estás se abrían cada vez con mayor frecuencia hasta que las calles formaron un entramado demasiado entretejido. Por cuanto podían recordar habían empezado torciendo un par de veces en dirección norte, luego en un nuevo cruce se decidieron por un camino amplio y largo que les llevó a diversas callejuelas por las que acabaron perdiéndose del todo.

El suelo enlosado subía y bajaba continuamente a medida que avanzaban. Los pequeños desniveles se salvaban a menudo con escaleras o rampas, desgastadas por el tiempo.

No había maleza. Las paredes se encontraban libres de musgo y erosión, como si hubiesen sido levantadas recientemente. En otros tramos, en cambio, ocurría el fenómeno opuesto. Y era extraño que no se tropezaran con ningún callejón sin salida o paredes que les impidieran el paso. Todo lo contrario. El laberinto era libre y sin obstáculos. Tanto que hasta podían sentir una suave corriente de aire delante de ellos, circulando por las calles.

Pero aún estando exento de callejones, el laberinto seguía siendo difícil. Cuando torcían por una calle que parecía prometedora, siempre terminaban desviándose tarde o temprano a la dirección contraria de la que habían escogido.

Pasaron las horas caminando sin llegar a ninguna parte. Pronto se cansaron del paisaje y se quitaron algunas prendas por el agobiado calor del mediodía. Cuando salieron a unas escalinatas que descendían hasta una amplia depresión y desde donde se veía el laberinto extenderse kilómetros a la redonda, Nick suspiró.

-Chicos, sé que el tiempo apremia, pero... ¿Por qué no nos sentamos aquí y repostamos? De todas formas no iremos muy lejos si no nos detenemos un rato.

El Laberinto 1 - AdvenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora