Cap. 19 - Doble celada

23 2 0
                                    

Tuvieron que dormir una noche más al abrigo de la Roca del Tajo. Era la frontera natural que separaba los dos reinos, pero, a pesar de su negra influencia, Carlis no corrompía aquellas últimas cimas. Susan fue la primera en darse cuenta al detectar con la vara seres microbianos adheridos a las piedras que les rodeaban. Fue una señal de que abandonaban las montañas.

-Es como ver nacer la vida por primera vez –dijo maravillada y, al mismo tiempo, conmovida al percibir en las rocas y en el aire tantas criaturas invisibles al ojo –Caleb no me habló de que pudiera sentirlas así. Parecen tan frágiles...

-Es un buen medidor para nosotros –repuso Urick pensando que la experiencia de las montañas había afinado los sentidos de Susan al regresar abajo –Según aumente la presencia de vida nos estaremos alejando de la sombra de Carlis. Solo por eso dormiré tranquilo esta noche.

Fue una noticia bien recibida. Muchos se alegraban de regresar pronto al laberinto y perder de vista el antiguo hogar de los Skesses. Volverían a los mismos peligros e incertidumbres de siempre, pero al menos no tendrían que preocuparse todo el tiempo de que les cayera algo de arriba y les abriera la cabeza. Por la mañana se pusieron en camino. La salida de la estrechura era como una rendija por la que se filtraba una luz cegadora. Nada más salir el cielo se abría a ellos. El sol seguía oculto casi todo el tiempo, pero la visión del azul entre las nubes les reconfortó.

Nada más dejar el monte empezó el descenso. La caída del terreno era pronunciada y con pocas variaciones. Delante aún quedaban algunas colinas que superar, sin embargo, en la lejanía ya se vislumbraba el mar laberíntico con sus calles entramadas y serpentinos muros. Más abajo y cerca de ellos podían divisar la avanzadilla de tapias que habían penetrado tiempo atrás entre las colinas. Era una zona gris y ruinosa, aunque con cierto flujo de magia resistente a la influencia de Carlis.

Algunos sentían tanta emoción por llegar que muchas veces resbalaban y se deslizaban por largos tramos de ladera. Virginia, por ser la que más impaciencia sentía, fue la que más polvo levantó con sus carreras, llegando la primera a los muros. Eran muy bajos y un manto de hierba y musgo verdeaba la zona. Fue tal el regocijo que experimentó que no pudo evitar correr alegre entre los trozos aislados de pared, como la niña que ve la orilla del mar. Su emoción era contagiosa y pronto se le unieron Carol y Nick. No existía peligro de extraviarse, ya que solo había reducidos trozos de tapias aquí y allá, esparcidos por una extensa área que ocupaba las colinas vecinas.

Entre las viejas construcciones salieron, asustados por el jaleo, numerosos pájaros y pequeños animales como boáns y corretones.

-Ya podemos decir que hemos atravesado las montañas con éxito –asintió Urick, satisfecho al ver la fauna que poblaba el lugar –Si he de ser sincero, no creí que lográsemos salir todos indemnes.

-Teníamos a un buen guía con nosotros –le dijo Eva contenta.

-Yo aún diría más ¡El mejor entre los enanos! –añadió Nick por delante.

Urick, que a su manera era sensible a los elogios y alabanzas, carraspeó algo por lo bajo y se ajustó las mangas de la chaqueta, ufano. Habiendo dejado atrás Carlis y sin señales de duendes a la vista podían emprender sin contratiempos la marcha hacia la próxima bastida.

Poco a poco, según penetraban entre las ruinas, las porciones de paredes iban haciéndose más uniformes y compactas, hasta llegar de nuevo a un laberinto de tortuosas callejuelas y pavimentados suelos. Las paredes enladrilladas eran toscas y poco cuidadas. Proliferaban los líquenes y algunos hongos al pie de los muros. El verde, aunque escaso, fue bien recibido. Eva, al igual que el resto de compañeros, podía respirar libremente sin sentir el aire pesado. En un momento dado quiso otear el horizonte para divisar el castillo, pero los muros pronto se alzaron sobre ellos.

El Laberinto 1 - AdvenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora