Entre el frondoso ramaje que cubría las callejas bajas apareció el hocico respingón de un boán saliendo a buscar bayas y frutos secos. Por encima de él, sobre los restos de una tapia, un Nundu, depredador de sangre fría, entornaba los irisados ojos mientras sacaba una lengua bífida, olisqueando el aire. Cuando captó el aroma del alargado roedor, sus músculos se tensaron, dispuestos a abalanzarse con la rapidez de una centella. Hubo un ruido entre la hierba y el crujido de ramas al ser pisadas. Al instante el nundu olvidó la presa y se escurrió entre las grietas de los muros, mientras que el boán regresaba a salvo a su madriguera.
Al poco tiempo, unas manos aparecieron, apartando la floresta. Luego vino el resto de una terrestre, tanteando el terreno y recogiendo diversas muestras del mantillo formado en el suelo.
-¿Son estas, Caleb? –le preguntó Susan al mago desde la espesura de unos matorrales.
El guía giró la cabeza vendada para observar el puñado de pétalos caídos que le mostraba Carol.
-No, esas son amaquildas perennes de puntas dentadas –primera noticia que tenían de la existencia de flores que no perdían sus pétalos en ninguna estación del año -Buscamos amaquendas con bordes curvados y color rosado. Que no se os olvide... –les recordó a los demás que rastreaban entre los matojos.
La tarea era más complicada de lo que habían pensado al principio. Pero por mucho que el mago continuara con la mitad del cuerpo vendado, no tenía dificultad alguna a la hora de agacharse e inspeccionar el suelo. Jason, Susan y Nick se habían prestado voluntarios para ayudarle en peinar la zona.
-¡Ya está, las he encontrado! –exclamó Nick, alborozado y corriendo con la gorra llena de raíces y hojas secas.
El guía respiró hondo mientras se daba la vuelta. Era la séptima vez que encontraba las dichosas hojas, lo cual llevaba a pensar que Nick no tenía una idea muy clara de lo que les había pedido Caleb.
-Son estas ¿verdad, Caleb? Por favor, dime que he encontrado algo...
-Sin duda algo has encontrado -Nick soltó un aullido de júbilo hasta que Caleb terminó la frase –Unos magníficos ejemplares extremadamente venenosos.
Al chico se le borró la expresión de éxito de la cara al tiempo que agachaba la cabeza para contemplar su esmerada recolecta.
-Lástima lo de las raíces de mandrágora –apreció Caleb al echar una ojeada más detenida -Las pobres no han soportado el contacto con el veneno. Ahora son inservibles. Tendrás que volver a empezar. Ah... y lávate las manos y la gorra a fondo antes de ponértela... si es que le guardas algún aprecio a tu cabellera.
Nick se le quedó mirando boquiabierto. Le faltó tiempo para arrojar lejos las hierbas y vaciar la cantimplora para eliminar todo rastro de ponzoña. Susan sonrió al verle escabullirse más tarde hacia una fuente y ahogó una risa. Supo enseguida que era la primera desde que salieron de Carlis var-Canion.
Habían pasado ya tres días desde que abandonaran las últimas estribaciones. Tres días desde el encuentro con los Keiser y la pérdida de Erick. Durante ese tiempo el ánimo del grupo no levantó cabeza. Los silencios eran la mejor forma que tenían de guardar luto. Al desaparecer el cuerpo en las profundidades del Cisma no habían tenido oportunidad de darle una tumba apropiada. Más de uno se preguntó en aquellos días cómo volverían a la Tierra sin Erick. No sabían mucho de su vida fuera del Easton. Había rumores de que sus padres murieron en un trágico accidente, aunque Erick siempre lo había desmentido, asegurando que solo estaban trabajando en el extranjero.
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El Laberinto 1 - Advenimiento
FantasiEva, junto con sus amigos y compañeros de clase, emprenderá el mayor viaje de su vida para rescatar a su hermana en un mundo de cuento de hadas donde enfrentará increíbles peligros, innumerables fatigas... y un destino anunciado mucho tiempo atrás. ...