Cap. 22 - Hielo y Cristal

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Pocas veces se había sentido tan dividido. Veía alejarse a Eva y Jason, impotente, sabiendo que la hechicera no se dejaría engañar por ilusiones, sobre todo al estar controlando un cuerpo ajeno al suyo. En ese estado un mago psíquico podía emplear dos pares de sentidos al mismo tiempo, los suyos y los de la víctima poseída. Aunque se burlaran los sentidos de uno, el del otro seguirían siendo inmunes a las ilusiones. Además, se presentaba la complicación de los duendes que dejó atrás para vigilarles y la atadura mental con la que amenazó a los demás. Susan y Urick continuaban en el suelo con las manos rodeando sus cabezas, pero no eran los que peor lo estaban pasando.

-Calmaos, controlad la respiración... -les aconsejó Caleb a Nick, Rachel y Brian que estaban muy alterados.

Seguían sosteniendo las perfectas y los arcos en la posición que les dejó la mestiza. Cualquier intento de moverlos o de anular el hechizo podría ser fatal. Su primera medida fue levantar una barrera si por casualidad a los duendes les daba por acercarse más de la cuenta. No pasó mucho rato, sin embargo, hasta que la atadura se deshizo por sí sola. Carol y Rachel destensaron los arcos, haciendo desaparecer las flechas, mientras Brian y Nick bajaron las perfectas.

-¿Qué haces ahí parado? ¡Se los ha llevado a los dos! -le echó en cara Brian al mago por haberlo permitido.

-No iba a darle motivos para que los matara a ambos. Al menos esa hechicera sigue queriendo llevarse a Eva viva...

-¡Pero a Jason no! Él no les intere... -protestó Brian angustiado antes de que una flecha duende, que iba directa a su pecho, impactara en el escudo mágico a dos metros de él.

Hubo mucho movimiento alrededor cuando todos estuvieron libres del dominio de Saya. Los duendes parecieron notar algo y un temblor en el aire levantó un viento que nunca soplaba en el Bosque Óseo.

-Viene de la dirección por donde se fueron... -soltó Susan, recuperándose y elevando sus propios escudos.

Al mago solo se le ocurrían dos razones por las que la hechicera les había liberado. O bien se había alejado lo suficiente, consiguiendo su objetivo, y deshaciendo su conexión, dado que ellos ya no resultaban una amenaza para ella... o la psique que ejercía la presión mental había perdido el conocimiento. En todo caso, solo había que rastrear las huellas y comprobar si sus temores eran fundados.

A pesar de estar aún afectados, enseguida se pusieron en pie, dispuestos a seguir el rastro.

-¡Alto, esperad! -les detuvo Caleb.

Los duendes, que hasta ese momento se habían limitado a disparar con flechas desde la espesura de huesos, ahora comenzaban a salir de sus escondrijos. No eran más de una veintena y la mayoría pertenecían a castas inferiores. Se escurrían entre los colmillos de huesos que simulaban la hierba o bien trepaban por las vértebras para acecharles desde arriba.

-¡Nos los quitamos de encima a la voz de ya! -propuso Nick volviendo a sacar a Hitlem y colocando del revés la visera de la gorra cada vez que había que pelearse con alguien.

-No hay tiempo... Mirad -les señaló el guía.

El rastro de huellas que ningún viento podía borrar, ahora quedaba difuso por el cada vez mayor paso de los duendes entre ellos y el camino.

Aquello pareció por fin sacar de sus casillas a Caleb. Con gesto rudo y decidido, extrajo de la bolsa sin fondo su flauta de tres bocas y, a la primera nota que tocó, los duendes chillaron y desaparecieron.

-Nos despejan el camino, pero aún no se han retirado -les advirtió a los otros -Estad atentos a la más mínima sombra.

Un pequeño montículo de tierra se elevó en el suelo y del mismo surgió un fastidiado Möll.

El Laberinto 1 - AdvenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora