Cap. 12 - El elfo gruñón y los Arcos Mellizos

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Habían llegado, tras dejar muy atrás la explanada y las altas columnas, a un pequeño claro circular muy elevado sobre el que la altura de las paredes se reducía al nivel de los hombros y tenían una panorámica bastante amplia de ese extraño mundo.

La tierra de laberintos se extendía hasta donde alcanzaba la vista ¿Cómo esperar volver a reunir de nuevo al grupo en un lugar tan vasto?

En esto estaban deliberando Susan y Brian por enésima vez en lo que llevaban de tarde. Se hallaban en torno a la pequeña fogata que habían logrado encender con tallos de malas hierbas. Era la tercera noche desde la brusca separación.

Lo habían discutido hasta el aburrimiento, pero, aparte de este tema sobre el que siempre volvían, no tenían otra forma de matar las horas de descanso. Jason, por motivos obvios, no participaba en la mayoría de estas disputas. Circunstancia que lo reventaba por dentro, ya que se había acostumbrado en las dos semanas previas a mandar y expresar su opinión ante cualquier situación.

Ahora tenía que resignarse a reducir su campo de respuestas a un sí o un no con la cabeza cuando Susan o Brian le consultaban.

Aquellos días fueron un infierno para los tres al no reconocer en aquella parte del laberinto ningún trecho que se familiarizara con el camino ladrillado o arenoso del que les habían sacado. Fue especialmente duro para Jason.

No podía articular siquiera un simple gruñido de disgusto u otro sonido que pudiera expresar el malestar interior por el que estaba pasando. Su situación lo obligó a espabilar para encontrar algún medio por el que hacer más ágil su comunicación y aumentar su repertorio de respuestas.

Creyó dar con una solución factible al recoger aquella tarde ramas secas tiradas por el camino. La punta de una de ellas le recordó a un lápiz y por un momento pensó en escribir sus respuestas en el papel de libretas que se había traído consigo.

Fue mala suerte, sin embargo, que la mochila en la que estaban guardadas la había querido llevar Nick con él para aliviarle el peso de su alforja.

Tampoco podía escribir nada en la arena del suelo pues, como pudo darse cuenta enseguida, hacía tiempo que habían abandonado la tierra arenosa y caminaban ahora por un terreno rocoso.

Desprovisto así de la posibilidad de comunicarse de manera clara, aquella noche no tuvo ánimos de escuchar lo que aún les quedaba por decir a los otros. Se apartó de ellos para dormir en la penumbra donde no le molestaban la luz de las llamas.

Brian y Susan le dedicaron en más de una ocasión una fugaz mirada de lástima. Conocían a Jason. Aunque no fuera un chico bastante hablador, lo peor que podía haberle pasado era no poder dar su opinión sobre las cuestiones importantes que ahora trataban. Y aún peor era el hecho de que en caso de que tuviera una idea salvadora, tardaría horas en hacérselo entender por gestos.

-¿Crees que será permanente? –susurró Brian oyendo la respiración acompasada de su hermano al dormirse

-¿Lo de su voz? –Susan miró preocupada a Jason y luego a Brian. Deseaba poder consolar a los hermanos con cualquier cosa, pero estaba claro que no podía –Me temo que si no ha hablado en estos tres días no creo que lo haga hasta que esté delante de un médico. No sé si su problema es algo psicológico o físico... pero está claro que no podemos hacer nada por él de momento.

Brian se quedó callado.

-Vamos, anímate. No pongas esa cara. Si seguimos en esta dirección tendremos más probabilidades de encontrarnos con alguno de los otros dos grupos en que nos dividieron.

-Ya... -Brian se quedó contemplando fijamente las llamas de la fogata, fascinado por el baile de luces. Una idea lo acuciaba desde hacía unos minutos y que no pudo evitar que se le escapara de los labios en aquel momento –En el caso de que no les haya pasado nada...

El Laberinto 1 - AdvenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora