𝕻𝖗𝖔𝖒𝖎𝖘𝖊𝖘 ☆𝕯𝖆𝖛𝖊 𝕸𝖚𝖘𝖙𝖆𝖎𝖓𝖊☆

veinte

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MADELINE

La abuela había despertado.

Ella se veía fatal.

Ojerosa y palida.

Y estaba seria.

Recordé cuando la operaron de una hernia, cuando despertó ella se miraba bien, incluso bromeó conmigo y con Dave. Supuse que una cirugía de cáncer era distinta, muy distinta a una hernia.

Pero aún así, ella no podía ver a los ojos a mi madre. Ni siquiera le dirigía la palabra. Solo me preguntó cómo me encontraba, y no dijo más.

Solo miraba hacia la ventana y dormía.

Mi madre estaba muy nerviosa, pues ella movía su pierna impacientemente y mordía sus uñas recién arregladas.

—¿Qué pasa? ¿por que estás así? —pregunté.

Ella detuvo lo que hacía.

Me miró en silencio unos segundos, tenía una mueca llega de preocupación, y me preguntaba qué significaba eso.

—Hablemos fuera.

Ella se puso de pie y yo la seguí hasta el pasillo.

—Bien, ¿qué sucede?

—Madeline, solo promete no enojarte, entiende que estoy en un situación desesperante antes de todo.

—Solo dilo. —dije exasperada.

—Bien. —suspiró —La compañía está en riesgo de quiebra desde hace un tiempo y la industria de la moda no quiere hacer colaboraciones con nosotros, temen a que su reputación se vaya el carajo. —mi madre no solía decir muchas palabras malas. —Intentamos recuperarnos, pero el jefe de edición se robó las ideas de la revista de otoño que ibamos a lanzar en unos cuantos meses y se las llevó a la revista contraria. Es un desastre.

Diablos.

Mi madre jamás había tenido problemas en su empresa.

—Invertí demasiado en ese proyecto, tuve que pagar la cirugía de tu abuela de golpe, mi cuenta bancaria está casi vacía. Últimamente en el mundo han habido problemas económicos, y eso también me afectó a mi.

No tenía sentido. No creía que la cirugía hubiera sido tan costosa como para acabar con su fortuna, aparte ella admistraba bastante bien su dinero.

—Alguien me estafó, Madeline. Solo yo tengo acceso a mi cuanta bancaria. No sé qué pasó. Todo se fue al carajo.

—¿Y no intentaste averiguar? —pregunté con preocupación.

—Sí, el banco está investigando qué pasó. Pero son unos incompetentes.

—Bueno, puedo vender algunas cosas, tú podrías hacer lo mismo, vender los coches, o no sé, eres exitosa y mucha gente te ama, podrás salir de esto...

—Lo sé bien. —ella agachó la cabeza. —Pero antes de pensar las cosas, hice un trato en la desesperación.

—¿De qué hablas?

—Estaba desesperada, Madeline...

—Diablos, ¿qué hiciste?

—Le dije a Leo que te casarías con él, y a cambio él me ayudaría a levantar la empresa...

—¿Me estás jodiendo? —la interrumpí. —No hiciste eso, dime que no.

Mi corazón comenzó a latir con rapidez.

Si no fuera mi madre la hubiera golpeado.

—Él vendrá en unos minutos por ti. Quiere hablar contigo.

—No, no, ni de chiste haré eso. —Bufé. —¿Qué putas hiciste? ¡Me estas vendiendo, mamá!

—No grites, alguien te escuchará, la abuela te escuchará.

—¿No pensaste otras alternativas? ¿Vender tus putos autos, tu ropa, incluso la puta casa? ¿Solo se te ocurrió ofrecerme como un maldito objeto? Qué  gran mierda eres, madre. —sentí el llanto venir— ¿Por qué?

—No había opciónno había opción. —ella comenzó a sollozar.

La miré con decepción.

No haría semejante cosa, no lo haría.

Encontraría la forma de salir de este problema, pero nunca me casaría con ese bastardo.

Unas pisadas en el pasillo se hicieron presentes.

—Hey, mira quiénes están aquí. —esa maldita voz —¿Acaso sabían de mi llegada?

Maldito bastado.

~•~

—No estés enojada. Tendrás una buena vida, una hermosa casa y podrás comprarte todo lo  que quieras. Cualquier mujer sería afortunada de estar conmigo, al menos eso es lo que me hacen saber.

—Entonces, ¿por qué yo, si todas te desean? —respondí con asco— Yo no lo hago,  lo siento.

Él rió con gracia.

Leo me había traído a un restaurante caro, había pedido una mesa en la terraza, para más privacidad según sus palabras.

—Tú me gustas. Tu madre me mostró una foto tuya y lo supe desde el inicio, tú...

—Tú no me gustas, al contrario.

—Realmente no me importa que no te guste. —Está vez respondió con violencia. —El trato está, si te casas conmigo ayudaré a tu madre con la empresa, y si tu madre quiebra, tu abuela morirá porque no detendrán dinero para los chequeos médicos y medicamentos de recuperación. Tú decides.

—Hay opciones. Tú no eres una. —respondí.

—Bueno, no te estoy dando opciones. Tu madre te ha ofrecido a mi porque sabe que soy el indicado, lo que pasó con la empresa de tu madre solo fue un empujoncito para que tú y yo pudiésemos estar juntos con más facilidad.

—¿Qué te hace creer eso?

—No lo creo, lo sé.

—No. —respondí molesta. —No quiero nada contigo. Aléjate de mi, de mi familia. No necesitamos tu puto dinero, yo me voy a encargar de arreglar esto. —me puse pie. —No te quiero volver a ver.

Cuando iba a caminar para largarme del lugar, Leo sacó una pistola de su chaqueta y la colocó sobre la mesa.

—Hay más hombres en cada rincón de este lugar,  con armas, siéntate en la puta silla si no quieres que mate a alguien.

Mierda.

El miedo comenzó a aparecer.

Este tipo estaba loco.

Y yo estaba aterrada.

Tragué saliva e hice caso.

—¿Por qué lo haces?

—Tu madre sabía qué clase de persona soy, y ella simplemente creyó que su hija necesitaba a un hombre adinerado, y yo creo que eres hermosa, justamente la clase de mujer que un hombre como yo necesita. —él suspiró —. Para que me entiendas mejor, si no haces lo que yo te diga, tu abuela y tu madre sufrirán las consecuencias. Tengo a hombres vigilandolas ahora mismo, entonces no sigas jodiendome que no lograrás nada bueno. Serás mi puta esposa y no hay nada más que decir.