cincuenta y seis

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MADELINE


—Apresúrate, Madeline —Jerry dijo con molestia.

—Eso hago —me quejé mientras intentaba no tirar aquellos rollos de tela que sostenía en los costados con mis brazos. Y en ese momento volví a considerar el ejercitarme, era completamente débil.

Cuando estuve frente a Jerry, él tomó los rollos de tela y los miró con detenimiento.

—¿Cuál prefieres?

—No sé —me encogí de hombros y tomé una bocanada de aire.

—Es tu idea, cielo. Piensa. Esto ya no es un trabajo escolar.

Mordí mi labio inferior traté de pensar.

—Creo que la alfombra estaría bien.

Jerry rió y dio un chasquido con la lengua,  dejó caer el rollo de shiffon verde descartandolo completamente.

—Claro, puedes tener tu casa incluso en medio de la avenida. Vivienne lo aprobaría.

Reí y asentí.

—Okay, cielo. Trae a los demás chicos y preparen el lugar —suspiró —. Cerramos la calle y solo tenemos un día para hacer esto. Yo iré a ver cómo va todo con los modelos, ¿bien?

Asentí con media sonrisa.

Lo siguiente que hice fue ayudar a armar la escenografía para la sesión fotográfica junto con Katie y otros asistentes.

Cuando todo estuvo listo, fui a refrescarme, no solo del calor que las luces, la gente y las caravanas estaban causando, sino que también necesitaba un respiro del ambiente. Aunque a veces podía ser agradable por el arte, no terminaba de acostumbrarme solo por la parte de la publicidad.

Caminé hasta una de las esquinas, donde estaba la barda de madera que restringía el paso.

Avisé a los guardias que iría a la tienda de atoservicio por algo de comida, y les enseñé mi credencial. De otra manera, no me permitirían el acceso ni la salida.

Llegué a la primera tienda que encontré y comencé a buscar algo que llamara mi atención. Tal vez golosinas o panquecillos empaquetados, o alguna bebida energizante.

Me di cuenta de que mi vida estaba funcionando de manera tranquila. No dramas con músicos ebrios, no amigos con adicciones, ni un novio con problemas de temperamento.

Pensé que tal vez podía acostumbrarme.

Pero a decir verdad, aunque agradecía la suerte que había tenido en los últimos meses, sentía una especie de vacío. Y eso a veces no me dejaba dormir.

Pero era como si el destino ya estuviese escrito, como si quisiera llevarme al camino que él quería.

O tal vez era mi mala —o buena— suerte.

Una bolita de chicos risueños se adentraron a la tienda, haciendo sonar aquella campana de la puerta.

No les presté atención por obvias razones. No me interesaba.

Seguí con mi búsqueda de algo dulce.

Hasta que alguien llamó mi atención.

—Esta mierda causa diminutas explosiones dentro de tu boca —era Dave. Estaba parado junto a mi y sostenía un pequeño sobrecito morado con letras llamativas rosas —. Si lo pones debajo de tu lengua es como si tuviera vida propia —hizo ademán de entregarme el sobrecito. Y lo lo miré con recelo.

—No me gustan los dulces de uva.

Él chasqueó la lengua y dejó el dulce en el estante, para tomar otro dulce igual pero color azul.

𝕻𝖗𝖔𝖒𝖎𝖘𝖊𝖘 ☆𝕯𝖆𝖛𝖊 𝕸𝖚𝖘𝖙𝖆𝖎𝖓𝖊☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora