𝕻𝖗𝖔𝖒𝖎𝖘𝖊𝖘 ☆𝕯𝖆𝖛𝖊 𝕸𝖚𝖘𝖙𝖆𝖎𝖓𝖊☆

treinta y ocho

MADELINE

Los rayos del sol chocaron con mi rostro. Sentí una punzada en mi cabeza y volví a cerrar los ojos.

Tenía los labios secos y pude saborear un horrible sabor a alcohol.

Abrí los ojos y miré el techo.

Y ese definitivamente no era mi techo.

Giré la cabeza y me topé con una enorme ventana que dejaba entrar libremente la luz solar. Esa tampoco era mi ventana.

Me senté histérica en la cama en la que estaba, y era obvio que no era la misma cama que compartía con Dave. La sábana resbaló de mi cuerpo, entonces me percaté de que estaba desnuda.

Mierda.

Mierda.

Mierda.

Levanté la cobija para mirar debajo de mi torso, tenía puestas mis bragas. Lo cual no supe si era buena señal o si estaba igual de jodida.

Pensé en Dave.

No llegué a dormir al departamento. ¿Se habrá dado cuenta?

Me levanté de golpe de la cama y comencé a buscar mis prendas. Estaban dobladas perfectamente en una silla que estaba en la esquina de la habitación.

La habitación era totalmente blanca, sábanas blancas, y muebles blancos. Había un televisor enfrente de la cama y una consola de video juegos. En las paredes habían pegados pósters de bandas que ya conocía gracias a Dave, como Venom, Aerosmith, Iron Maiden y demás; por obvias razones no me concentré en ello. Era una habitación demasiado pulcra.

Mi cabeza dolía a horrores.

Me vestí con rapidez y y salí de la habitación. Enfrente había una puerta entreabierta, parecía ser el cuarto de baño. Caminé por un pequeño pasillo blanco, después, se encontraba una pequeña sala a la derecha, y en la izquierda estaba la cocina y el comedor.

Un tipo que vestía de negro se encontraba volteado hacia la estufa. El olor a grasa y a carne llegó a mis fosas nasales y sentí terribles nauseas.

El sujeto se dio la vuelta y se percató de mi presencia.

Era el mismo chico del bar de ayer, el bartender de los tatuajes.

-Santa mierda -puse mi mano en mi boca con sorpresa. A cambio, el sujeto solo sonrió y comenzó a servir la carne del sartén en dos platos que estaban puestos en la mesa.

-Hice café, te caerá bien -dijo con gracia -. A mí también, desde luego. Hace mucho que no me embriagaba tanto, es irónico porque trabajo en un bar. Pero no soy un maldi...

-¿Qué hemos hecho? -le pregunté.

-¿Hecho de qué? -preguntó y se dio la vuelta para poner el sartén en el lavaplatos.

-Sabes a lo que me refiero -contesté con brusquedad.

Las nauseas regresaron.

-Bueno -suspiró y tomó la cafetera -... Al terminar mi turno en el bar fui con unos amigos a otro bar -rió entre dientes-, bebí demasiado...