treinta y cuatro

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MADELINE

Ayudaba a Dave a rasurar su poca barba.

Todavía tenía algunos moretones en el rostro después de la pelea de hace tres noches.  Él ha estado mucho más tranquilo, no salimos de casa y solo hemos visto televisión y comemos, y de vez en cuando él se pone a tocar la guitarra mientras yo leo algún libro a un lado de él.

Él seguía fumando hierba, pero siempre estaba relajado. Muy raro viniendo de él.

Y yo estaba apenada con él, porque recuerdo haberle dicho que lo amaba estando ebria, y después no recuerdo más.

—No te muevas —dije mientras pasaba con delicadeza el rastrillo sobre su cara. Sonreí  después de haber logrado afeitar esa zona sin lastimarle —. No sé por qué  te rasuras —enjuagué el rastrillo en el lavamanos y me acerqué para pasar el rastrillo por la crema de afeitar en su cara—. Ni siquiera se te notaba mucho.

—Siento que pica, ¿a ti no? —me miró con una sonrisa de lado.

Sonreí y negué. Volví a pasar el rastrillo.

—Deberías de dejarte la barba un día. Recién afeitado te ves tremendo, pero tal vez la barba te haga ver más sexy de lo que ya eres.

Dave me tomó de la cintura y me acercó a su cuerpo, me dió un beso en la frente manchándome de crema de afeitar.

Sonreí.

Seguí afeitando su cara.

Dave me miraba de reojo y sonreía.

—¿Qué?

—Estás cosas son demasiado... bobas. Yo puedo hacerlo solo, Maddie Boo Boo.

Lo miré con gracia.

—¿Maddie Boo Boo? Hace mucho que no me llamabas así.

Di la última pasada con el rastrillo en su cara y tomé una toalla para quitarle  lo sobrante de crema de afeitar.

—Suena bobo, como tú —dijo con gracia.

—Hey, mi abuela me llamaba así —repliqué.

Él sonrió nuevamente.

Limpié su rostro con delicadeza.

—Listo, sin ningún rasguño —dije con victoria. Dave siempre terminaba cortándose porque era descuidado como el carajo.

Él se miró al espejo y asintió.

Dejé la toalla sobre el lavamanos y lo miré, observando su rostro para asegurarme de que, en efecto, no hubiese algún rasguño.

Lo toqué y su piel estaba suave.

Él me tomó de las muñecas, mirándome con seriedad.

—¿Por qué me tratas así, Madeline? —habló con frustración, y yo lo miré confundida — No lo merezco.

Él parecía desesperado.

—Dave, ¿de qué hablas?

—Es que me tratas así —me señaló —, y yo soy un idiota contigo todo el maldito tiempo —negó con la cabeza.

—¿Te molesta? —me solté de él.

—¿Qué? —frunció el ceño —Mierda, no.

Me tomó nuevamente y me abrazó, apretandone contra su pecho.

—Dave, siempre te quejas sobre cosas cursis. Me siento como una tonta haciendo esas cosas bobas, y eso que no son muy a menudo —lo abracé con fuerza.

𝕻𝖗𝖔𝖒𝖎𝖘𝖊𝖘 ☆𝕯𝖆𝖛𝖊 𝕸𝖚𝖘𝖙𝖆𝖎𝖓𝖊☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora