Prólogo

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La luz de la luna hace contraste con los árboles de lo profundo del bosque de Salónica, el clima no augura nada bueno, la tempestad en cualquier momento llegará arrasando con todo lo que esté a su paso, pero por el momento, la fusión de estos dos fenómenos traerá consigo una bendición

Las contracciones no se hacen esperar en la mujer que yace dentro de la pequeña casa en donde se encuentra sola, pues su esposo salió y no ha regresado.

El sudor se adueña de su frente. Al borde del desespero, posa las manos detrás de sus caderas, antes de echar a caminar en dirección a la puerta por donde sale queriendo buscar ayuda pero no lo conseguirá ya que vive muy alejada del pueblo más cercano.

El dolor le recorre toda la espina dorsal posicionándose en ese punto exacto que la hace jadear y respirar hondo. Camina por el césped del pequeño jardín, pero cae de rodillas con el dolor agobiante que la hace acostarse boca arriba y doblar las piernas dejándose llevar por lo que su cuerpo le pide y es: Traer al mundo a la felicidad ha anhelado después de tanto.

Saca fuerzas, empieza el trabajo de parto, chillando y sacando el dolor que amenaza con desgarrarla, pero eso no es impedimento a la hora de pujar sin ningúna pizca de miedo. La luz de la luna cubre todo el lugar. Respira hondo al estirar los brazos y tomar al bebé que no articula ningún tipo de llanto haciéndola pensar que nació sin vida.

—No. ¡No! —solloza queriendo que reaccione.

Una sonrisa llena de felicidad, toma sus labios cuando nota que tiene vida, solo que no lloró. La estrecha contra su pecho queriendo darle calor, sin dejar de mirar a la hermosa niña que tiene entre sus brazos y que no querrá que viva un infierno, pero sabe que en algún momento se desatará la tempestad.

Respira profundamente, mirando al cielo. La luna grande y roja lo adorna.

—Imploro, te Imploro que llenes a mi hija de mucha fuerza. Oh mi diosa, Afrodita, que su belleza no sea una maldición. Fórjala con un manto de acero que venga de esta luna que es testigo del nacimiento de este pequeño ser que no tiene porqué soportar el peso de mis errores— las lágrimas salen deslizándose por sus mejillas y cayendo sobre el pecho de su pequeña—. Tú que eres considerada la diosa del amor y la belleza, te pido que la bendigas sin ese sentimiento que solo la romperá, que su corazón se mantenga intacto a pesar de todo lo que pase...

La mira con dulzura; la nariz pequeña, la piel marfileña y esos rasgos que gritan lo hermosa que será.

—La bautizo debajo de la luz de esta luna sangrienta con el nombre; Venus, en honor a ti mi diosa, alabada seas y te ruego porque la bendigas, protejas y cuides— solloza y las plegarias continúan en su mente

Abraza a su hija queriendo que se llene de la sensación de felicidad que le transmite el tenerla entre sus brazos.

Los años pasan y el peligro cada vez está más cerca, 9 años transcurren y en una tarde fría llega esa tragedia que arrebata la vida de los padres de Venus, poniendo en marcha todo lo que el destino tiene preparado.

El sufrimiento y el odio solo forjarán a una mujer con un escudo de acero y con todo lo que su madre aquella noche le rogó a la diosa Afrodita. La luna sangrienta fue testigo de la belleza que respiró el aire de este mundo podrido y lleno de maldad, pero nada será impedimento para todo lo que le espera.

Ella será el fuego que siempre quemará, aunque esté en medio de tinieblas.

"Ella será la Venganza que desatará el Apocalipsis que está escrito desde tiempos inmemoriales"

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