CAPÍTULO 22

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✧✧ ¿Monstruos o Demonios? ✧✧

Herodes

Ucrania/Kiev, sábado 25 de abril del 2021.

Poco a poco me voy deshaciendo de la peste y los traidores. Últimamente todo se está descontrolando, haciendo parecer que no tengo el control de las cosas. Pero eso va a cambiar, aunque deba masacrar a los clanes.

Lo de Pakistán fue un éxito y eso me tiene con menos estrés del normal, puedo respirar tranquilo mientras tanto, aunque me sienta más incómodo de costumbre, llevo dos días sin detenerme a tomar un respiro, y después de esto es crucial que lo haga o me volveré loco.

Una pequeña pausa no me hace mal.

Cansa venir desde Montreal hasta Kiev, pero es necesario antes de empezar a distribuir las nuevas armas y la droga. La casa es grande, no tanto como la de Canadá, pero tiene sus lujos y comodidades. Llegué hace unas cuantas horas y aproveché para tomar una pequeña siesta y comer.

Me termino de subir la bragueta del pantalón y suspiro.

—No estuvo cómo quería, pero la dejaré pasar —le digo a la mujer que me la estaba chupando— Vete y cierra la puerta antes de salir.

—Entendido, mi señor —baja la mirada, levantándose.

Sale cerrando la puerta, me apresuro al baño, tomo una ducha. Cuando estoy vestido y perfumado, me paso las manos por el cabello. Recojo el teléfono metiéndolo en el bolsillo del vaquero, enciendo un puro, dándole una calada cuando salgo avanzando por el amplio pasillo.

La casa es de dos plantas por lo que debo bajar a la primera. No estoy de ganas como para usar la entrada de la parte de afuera, así que recorro otro pasillo, abriendo la puerta que me da paso hasta el estacionamiento trasero, rodeo el auto, y me detengo en frente de un cuadro, presiono una de las esquinas dando un paso atrás con el sonido del clip que suena antes de comenzar a reflejarse las orillas de la puerta secreta.

Se abre como un ascensor y entro exhalando, el sistema me escanea confirmando mi identidad, las puertas se cierran, me recuesto en la pared esperando el descenso que me transporta varios metros abajo de la casa en dirección al búnker donde fabrico las armas que tráfico y usan mis hombres.

Dejo que la nicotina calme mi sistema a medida que sigue el descenso. Miro hacia la nada, pensando muchas cosas hasta que las puertas se abren. Desecho el puro en el suelo antes de pisarlo y avanzar. Alguien vendrá a recogerlo. Todos saben que no me gusta la suciedad, pero la papelera está lejos de mi punto.

El olor a pólvora y dinamita es lo que me gusta de este sitio, además de las grandes máquinas que funden el material del arsenal que se está armando. Los hombres se pasean de aquí para allá, cargando cajas, moviendo máquinas y cumpliendo con sus deberes dejando que algunas putas les ofrezcan agua y comida.

El búnker es enorme, tiene diferentes áreas, algunas están en construcción.

Me dirijo hacia la mesa en donde dos sujetos están revisando planos que me ofrecen cuando llego, me explican los problemas o cosas que piensan agregar y reviso, calculo y calibro todo lo que me están mostrando. Las piezas quedan sobre la mesa de al lado.

Hago uso de los guantes que me entrega una de las mujeres con ropa ajustada, están aquí para entretener y no estoy para estupideces, me corrí hace ratos y ya no me apetece tener a nadie encima «Solo haría una excepción».

Desecho lo que no sirva, ordeno lo que deben hacer y me mantengo así por unas cuantas horas, dejando que este ambiente me envuelva. Esta fue una de las cosas que aprendí cuando estaba en mis años de preparación, el diseño y armamento de arsenal. Puedo estar aquí siempre que quiera, pero tengo otras cosas que hacer y por ello no puedo solo enfocarme en esta parte, aunque sea excelente haciéndolo.

APOCALIPSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora