CAPÍTULO 26

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✧✧¿Insoportable o irremplazable? ✧✧

Venus

Ya no volveré a ingerir ni una sola gota de licor. Me siento demasiado mal, no puedo con mi arrepentida alma.

Probablemente me encuentre de camino al más allá, no lo sé, solo sé que de ser así; me voy con una resaca de mierda y uno de los peores malestares de todos.

No puedo abrir los ojos, todo está a oscuras, no sé en dónde estoy, ni lo que ocurrió después de perder la ubicación de la camioneta. ¿Estoy muerta? ¿Herodes, me mató por plantarle una descomunal bofetada? ¡Le di una bofetada! Eso sí lo recuerdo y no me llena de satisfacción.

«En parte sí me llena, estaba esperando por eso desde hace mucho tiempo».

Esto debería celebrarlo con bombos y platillos, pero no creo que en el infierno me dejen armar tremenda parranda, oh, claro que sí, llegaré liderando a todos los demonios que no me hacen justicia, así que puedo hacer la fiesta que sea y decirle a Satanás que el diablo es una mujer, y esa soy yo.

Con todos los ánimos, mor. Aunque me sienta de lo peor.

Me paso las manos por el rostro, la oscuridad se toma el lugar en donde estoy y recién caigo en cuenta que es dentro de la camioneta; desnuda y con la entrepierna húmeda y pegajosa.

Miro por las ventanas de los lados, solo distingo árboles y desolación. ¿Qué hacemos en medio de la nada? Y para colmo estoy sola. Eso me hace pensar que tal vez me abandonó tal como dijo, pero, no.

¿Pero qué hago desnuda?

«Seguramente te vomitaste y tubo que quitarte la ropa»

Vergüenza es poco para describir lo que siento, pero se desvanece cuando tanteo el suelo y toco mi ropa, no sé cómo funciona la tecnología del vehículo, pero rebusco en mi bolso, sacando el teléfono y alumbrando con la linterna, mi ropa está intacta, yo desnuda y con el cabello un desorden.

La cabeza se me llena de conclusiones, subo las piernas, me reviso el coño; lo tengo semi hinchado y eso me grita que follé. Sigo revisando, intentando mirar bien. La puerta se abre y me quedo fría mirando al hombre que reparara mi posición de revisión panochal.

—¿Qué estás haciendo?

Su pregunta me llena de vergüenza, me quedo tiesa mirando sus ojos, el ambiente está a oscuras pero los veo claramente por la manera en que resaltan.

—No me digas que el alcohol te causó un daño cerebral y ahora no hablas.

—Fóllame... que digo ¿Follamos? —«Estúpida»

Se pellizca el puente de la nariz.

—Sí, Follamos y me la chupaste.

Siempre tan sincero y directo.

Abro la boca para contestar, pero el estómago me ruge, me quedo mirando al vacío sintiendo el estruendo que sufre mi sistema digestivo cuando el vómito se me sube a la garganta; las alertas se me encienden como una emergencia catastrófica y salgo... Suelto el teléfono y salgo dispara del auto sin importarme si empujé al pelinegro.

Cruzo la carreta, llegó apoyándome en las barandas de cemento e inclinándome para vaciar el contenido de mi estómago que cae tal vez en un río, no lo sé, el estómago me arde, la garganta tal vez se me salga y mi mundo se nubla por una fracción de segundos en donde solo siento unas manos recogerme el cabello y sostenerlo para que no se empape de lo asqueroso que sale de mí boca.

Las arcadas no se detienen y me siento peor, como si recién el alcohol estuviera haciendo efecto, oro para mis adentros, esto es horrible, aferro las manos en las barandas sin negarme a lo que mi cuerpo pide.

APOCALIPSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora