CAPÍTULO 24

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✧✧La bofetada del siglo✧✧

Venus

Tal vez debería estar muerta. Pero no, y todo por dos simples razones:

Soy indestructible «No le darías el privilegio a nadie».

Mi jefe no tiene intención de matarme aún «O eso crees».

Luego de bajar de su flamante camioneta, nos adentramos en una especie de sitio con el objetivo de ofrecer shows sobre peleas de boxeo «Algo privado para gente adinerada, ajenos a la mafia, pero todos delincuentes». Por todos lados hay hombres y mujeres con maletines de dinero, bebiendo o apostando. Hay un gran ring en donde se están peleando dos morenos.

Sigo caminando detrás del pelinegro, mirarlo es algo que no puedo evitar, pero este sitio no me agrada y debo estar atenta, estamos solo los dos y nunca se sabe lo que pueda ocurrir. El olor a sangre, sudor, hierva y cigarrillo es lo único que entra por mis fosas nasales, y hasta las ganas de follar se me quitan al ver la cantidad de mujeres que se pasean por todos lados vistiendo ropa de marca y mostrando sus cuerpos voluptuosos de una manera reservada, pero no tan discreta.

Tengo lo mío, pero ellas me ganan con las grandes tetas y trasero «¿No les pesan las siliconas?».

Por un momento me siento insípida, pero recuerdo lo diosa que soy, o eso me gritan mis subconscientes cada que pueden, aun así, mantengo la autoestima como debería. Quitándoles el privilegio de hacerme sentir menos.

Sujetos me miran con sonrisas coquetas, pero los ignoro siguiendo mi camino. Algunas mujeres notan mi presencia y no pueden evitar susurrarse cosas entre ellas. El pelinegro parece notarlo así que se detiene mirándome por encima del hombro, con los ojos oscurecidos.

—Si vas a coquetear, hazlo lejos de mí.

Sigue caminando haciendo que el cólera me hierva la sangre. Un sujeto lo saluda con un asentimiento de cabeza, mostrándole una mesa con dos taburetes de madera pulida. Toma asiento y no sé si pueda hacer lo mismo, pero me siento, apoyando los codos en la mesa.

Traen algunas botellas y vasos. Siguen peleando en el ring y de momento me siento incómoda y entiendo por qué, el Alpha me está mirando con mala cara.

—Busca otro sitio en donde sentarte, ese está ocupado —me dice.

—Estaba vacío cuando me senté.

—Obviamente, si no, no estuvieras ahí —resopla, como si fuera obvio— Levántate y ve a otra mesa, no te vayas muy lejos y evita faltarle el respeto a alguien.

Molestia es lo único que tengo en estos momentos. ¿Cómo se sentiría darle un bofetón? «Debería averiguarlo».

Con la mirada busco otra mesa no muy lejos, justamente detrás de esta. Me levanto de mala gana, sin mirarlo. Tomo siento y reprimo el disgusto de que muchos me miren como si se les perdió una igualita a mí.

Una mujer me deja una botella de vodka, hielo y un vaso. No puedo tomar, pero tengo calor y no creo que me faciliten agua. Las prepagos le desfilan al hombre que tengo en frente y solo me dan risa, ni siquiera las mira, tampoco a mí, pero al menos no estoy tratando de llamar su atención y ser rechazada en el intento, solo puedo mirar su espalda ancha, con eso basta.

Un sujeto toma asiento en el taburete de la misma mesa, deja que dos mujeres se les posen a los lados y si mal no lo recuerdo: es un hombre con dinero, creo que lo he visto en la televisión, pero en persona es otra impresión, cabello castaño, ojos negros, estatura Igual a la de mi jefe.

Debe tener unos 35 años, y por lo visto es el dueño de todo este lugar ya que no creo que el Alpha se vaya a sentar con cualquiera.

Siento la garganta seca, sorbo más vodka, intentando mojarme los labios, pero los siento agrietados y a cada nada tengo que estarme pasando la lengua.

APOCALIPSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora