CAPÍTULO 09

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✧✧ Cima ✧✧

Herodes

Nunca me arrepiento de lo que hago, lo hecho, hecho está y el arrepentimiento no devolverá el tiempo ¿O si?.

Todo lo que hago es porque quiero y me da la gana. Pero lo de esta madrugada, no estuvo en mis planes, sin embargo, lo disfruté. Tenía días queriendo enrojecer ese trasero con unas buenas palmadas, tirar de ese cabello largo mientras la embestía duro, mirar esos ojos grises cuando se corriera gimiendo gracias a mí.

«¿Quién no quisiera probar a semejante hembra?».

Pero ya pasó y no puede volver a suceder, fue un momento de impulso y no pienso volver a hacer tal estúpides, menos con alguien como ella.

Me paseo por la sala dándole caladas al cigarrillo que está por acabarse. Megan yace en el sofá hablando con Amber de quién sabe qué. La última llegó esta mañana y piensa ir al dichoso evento.

—Pienso usar un vestido beige, pero no estoy muy segura —le comenta Amber.

—Preferiría que usaras un rojo, pero es lo que gustes

—Usaré el beige, tengo unos tacones de infarto que salieron en la nueva colección de Gucci— se emociona.

Normalmente le gusta estar comprando todo lo que ve, ser la administradora de algunas de mis empresas le deja una gran cantidad de dinero para mantenerse sin tener que necesitar un hombre.

—Amo tu gusto por el calzado, creo que deberías firmar acuerdos con alguna marca y ser socia— le recomienda la rubia

—Tengo mucho trabajo con las empresas y ahora las finanzas de la organización, es mucho para mí, pensaré luego en ello— asegura.

El teléfono me vibra en el bolsillo y lo saco.

—¿Cuándo llegan mis padres?— me pregunta Amber.

Ni siquiera lo sé, no es como si me interesará saber qué hacen o cuándo regresan a estresarme.

—Pregúntales, para eso cambias de teléfono como de uñas.

—Siempre tan odioso...— masculla y le lanzo una mirada envenenada que la hace bajar la cabeza— Lo siento.

Puede ser mi hermana, pero a mí, todos me deben respeto, incluso ella y los que se hacen llamar mis padres. Desde que tomé el mando, todo cambió; las reglas son para todos por igual. Al Alpha no se le contradice, reclama o dice que hacer, esa es la ley y el que no la cumpla, se muere.

Me muevo en busca de una de las puertas corredizas, salgo al jardín y contesto los mensajes que requieren mi aprobación. Dejo que el sol me relaje por unos minutos antes de tomar asiento en una de las mesas debajo de un árbol.

Los alfas rondan al igual que mis hombres de confianza y los vigilantes de la casa.

—¿Desea algo de tomar?— me pregunta una empleada.

—Un café y tráeme un puro, también pídele a mi guardaespaldas de confianza que venga— respondo con la mirada en el aparato.

Junto las manos apoyando los codos en la madera. La cabeza comienza a dolerme y así solo me empeora el genio con los palpitos frecuentes que me martillan la cien.

—Dígame, señor.

—¿Alguna novedad?

Guarda silencio un momento, seguramente revisando la tablet que tiene.

—Mario regresa mañana, según me indica, usted debe viajar a las 6 de la mañana a Venecia por cuestiones de una de las empresas —me pone al tanto de todo y dejo que se vaya cuando me traen el café y el puro que enciendo.

APOCALIPSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora