CAPÍTULO 20

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Venus

Pakistán, miércoles 22 de abril del 2021

Volver conlleva a revivir todas y cada una de las cosas que pase aquí, pero es necesario, esto me ayudará a saber si ya lo sé sobrellevar o aún me afecta críticamente.

Mantengo el trote por el amplio campo de entrenamiento, el perímetro es vigilando por algunos matones, aunque no hay nada más seguro que los muros de metal electrificados; son extremadamente altos y abarcan muchos metros haciendo que el tamaño de campo sea gigantesco, cualquier ataque sería irrelevante, la fortaleza es como una prisión de alta seguridad.

El sol brilla con su máximo esplendor, tanto que, el sudor me recorre cada parte del cuerpo a medida que me ejercito, esperando la hora para mi revisión completa.

Eso significa: agujas, pastilla, chequeo y revisión detallada de cada parte de mi cuerpo.

Desde mi punto, puedo divisar como entrenan los niños que llevan aquí dos años, ya están por entrar en la etapa de adolescencia; lo cual les será de ayuda para todo lo que tendrán que hacer. Se mantienen corriendo con el sujeto que los guía, gritándoles cosas horrendas que les pueden suceder si no cumplen órdenes o piensan pasarse de listos.

Desde esa edad, ya debemos saber el significado de redención, o de lo contrario, no lo emplearíamos con los entrenadores, y, no obstante, tampoco sabríamos hacer con los altos mandos y eso sería una ejecución segura y dolorosa.

Aquí debemos aceptar órdenes, seguir las reglas y actuar bajo obligaciones y responsabilidades.

Recuerdos pasados invaden mi cabeza y me detengo, sentándome sobre una pequeña roca, apoyando las manos y exhalando en busca de aire. Llevo dos horas entrenando y se debe al hecho de no querer estar allá adentro; me siento encerrada y asfixiada, no sufro de claustrofobia, pero aquí hace que sí.

Solo espero que llegue el momento de mi revisión, acabar de organizarnos e irnos finalmente.

—¡Sigan corriendo pilas de excrementos! —la vos del entrenador llega a mis oídos nuevamente.

Con algo de curiosidad, veo lo que hace el pequeño grupo que está siendo entrenado.

Tres niñas tratan de mantenerle el paso por el camino de piedras puntiagudas, dos niños las alcanzan tropezando con una de ellas la cual cae al piso, golpeándose. Mi cabeza sufre un gran palpito doloroso que trae consigo el recuerdo de mi yo antigua, siendo castigada por quedar detrás de todos en pleno entrenamiento.

Mi mandíbula se tensa, mis piernas reaccionan e inconscientemente, me levanto rápido al saber lo que le espera. El sujeto se devuelve por ella alzando el látigo que impacta en mi mano cuando lo detengo de manera rápida, evitando que lo estrelle en su piel.

El dolor es molesto, la carne se me abre y la sangre se me desliza por el codo cayendo al suelo.

—¡¿Qué mierdas haces!? —truena en un chillido agudo.

Suelto el cuero con espinas y aprieto la mano, frenando un poco el sangrado.

—Sigue haciendo tu trabajo y déjame un momento con ella —me impongo.

—¡Es mi trabajo!

—¡Sigue haciéndolo si no quieres que te golpee ese rostro de maricón!

Tensa la mandíbula, mirándome y después a la niña que yace entre las rocas. Suspira con molestia y se va.

Ya aquí se sabe que soy una alfa principal y, por ende, me deben respeto incluso si interfiero en algo como esto. No debería hacerlo ya que conllevaría un castigo, pero Mario no está en campo de visión, y aprovecho para acuclillarme en frente de la pequeña rubia con ojos llenos de miedo.

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