CAPÍTULO 59

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✧✧ Libertinaje✧✧

Venus

No sé qué me agota más, si los incontables entrenamientos que me hace tener Herodes o las veces excesivas de sexo que nos damos cada que tenemos un mínimo respiro como ahora que debo cambiarme de ropa y lo tengo a mi espalda, besándome el cuello, en busca de lo mismo de hace dos horas.

No se cansa, no se agota, su sed es insaciable porque no me deja respirar, aunque no me molesta «¿Con semejante hombre quién se molestaría?».

Al parecer esa jodida agua sagrada no hizo más que abrirle el apetito sexoso que no niego que tenía, pero antes se controlaba más, ahora al parecer no puede; porque se le pone dura y ya busca como penetrarme, que se la chupe o él probarme a mí.

—Tenemos que ir a entrenar —le digo.

Ya mi vagina está hinchada y sensible de tanto que me ha penetrado, pero eso no impide que se generen ganas.

—Oh, vamos Adler. No me vas a salir con eso de que la sesión de Taijutsu te dejó cansada. —toca mis hombros, bajando la prenda que me va dejando en solo ropa interior.

—En ningún momento he dicho algo— me quejo.

—Eso pensé. Porque me encanta que seas tan insaciable como yo— no sabe cuánto me generan esas palabras.

—Vine para renovarme espiritualmente y saldré vuelta una ninfómana por tu culpa.

Deja las manos sobre mis caderas, acariciando el borde del semi hilo que me hizo ponerme porque le gustó cuando vio que lo saqué de mis cosas.

—Te voy a decir algo —me gira, dejándome de frente—, No eres una ninfómana porque esas se acuestan con todo el mundo y tú lo haces y harás solo conmigo, más bien serías como una adicta a esto sucio y oscuro que tenemos.

Sonrío porque tiene mucha razón, últimamente lo deseo solo a él.

—Entonces..—trazo círculos sobre sus pectorales jugando como una inocente— Soy adicta a un mafioso hijo de puta que es medio bipolar porque cuando estamos a solas es alguien totalmente diferente y cuando no, es un hombre distante, soberbio y demasiado petulante.

Me toma del mentón para que lo mire.

—Recuerda el respeto, preciosa, que yo no dejo que nadie me diga que eres una puta o una psicópata asesina —confiesa acalorándome, estoy por decirle algo, pero me besa y se me olvida todo porque su boca es un pecado que me encanta cometer.

—¿No crees que soy una puta? —pregunto queriendo conocer su respuesta.

—A veces no mido lo que digo. Eso es algo que no sé manejar.

—Debes aprender o tendremos muchas discusiones.

—Ya sabes cómo hacerme recapacitar cuando em salga de mis cabales.

—Lo único que se me ocurre es abofetearte.

Lame mis labios. Este hombre es algo bipolar.

—Lo sé.

Me dejo llevar, no puedo negarme porque no sé qué sucederá cuando regresemos a Montreal, o tal vez sí sé, será el mismo idiota insoportable de siempre, ese que debo pelar como una cebolla porque es más cerrado que... ni siquiera encuentro una palabra para describirlo.

Toco sus brazos mientras que sus manos bajan la prenda que cae al suelo y saco los pies haciéndola a un lado antes de desatar el nudo del keikogi que viste, todo lo queda bien, detesto admitirlo. La prenda cae y reparo el bóxer negro que muestra la protuberancia que se marca. Poso una mano sobre él, dándole un leve apretón «Siempre la tiene como una roca».

APOCALIPSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora