CAPÍTULO 01

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✧✧ Profecía ✧✧

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✧✧ Profecía ✧✧

Venus

El sabor de mi propia sangre es lo único que puedo saborear en mi boca. Los latidos de mi corazón son demasiado rápidos, casi no puedo respirar con normalidad.

Tengo las manos picándome, ansiosas por querer sostener el arma que le vuele la cabeza de una vez por todas, pero el agarre de su mano en mi nuca me tiene inmovilizada y su rodilla haciendo presión en mi espalda en tanto me entierra en la mejilla la glock dorada que sostiene con firmeza, haciendo que el rostro me quede contra la madera del suelo.

Estoy inmovilizada, en cambio, un movimiento de su parte y quebraría ese punto exacto sacaría todo el aire y me dejaría sin poder caminar el resto de mis días.

—¿Ya te cansaste? Dime y te acabo de una buena vez. Ya no me apetece seguir con esta maraña de cables que no se terminan de unir— su respiración es errática.

Suelto una carcajada sonora que me remueve el pecho.

Molesto, intensifica la presión de la rodilla haciéndome temblar.

—¡Pues, fíjate que no! Tengo más energía de la que piensas — murmuro sarcástica— Puedo matarlo de una vez, pero no sería divertido, señor.

—Eres una insolente sin remedio —susurra con sátira.

—Eso nadie lo cambiará.

—¡Haz silencio! Mejor abre las piernas que te quiero dar duro antes de cortarte el cuello y poner tu cabeza en una repisa en donde te tendré como recuerdo —se burla.

Arroja el arma haciendo y mi cabeza se prepare para todo lo que vendrá.

Me levanto rápido cuando me toma del brazo. Me tambaleo por el dolor en el muslo debido al corte que recibí de su parte, pero no me quedo corta al momento de estrellar la mano en su rostro. El golpe es tan fuerte que el sonido me saca una sonrisa y le oscurece los ojos.

Barre con todo lo que yace sobre la mesa de madera. Su fuerza sobrepasa la mía y es rápido en subirme, haciéndome enredar las piernas en su cintura. No tarda en aferrar una mano en mi cuello, cortándome un poco la respiración.

—Sé más de lo que crees. Tengo que matarte después de esto. Se acabó el sexo fortuito y las cogidas sádicas.

Con una mano sostiene me sostiene las mías por detrás de la espalda, con la otra sujeta mi mentón, sus uñas me lastiman, pero no le muestro debilidad y menos cuando el relámpago de su iris se encuentra con el metal de los míos.

—Mátame. Pero morirás de abstinencia cuando ya no puedas estar entre mis piernas —susurro mirando su boca—. Solo yo te caliento y, —le paso la lengua por los labios— Solo yo podré matarte.

El calor le suma tensión al aire malicioso que pulula cuando se relame los labios y me muestra una sonrisa demoníaca y efímera de esas que solo él sabe dar

APOCALIPSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora